“Pelao Acosta, hai sido ratón toda la vida y justo hoy se te ocurre atacar”. La frase de Eduardo Bonvallet, con el muerto aún tibio, y con todo un país preguntándose “¿Por qué a nosotros?”, era el sentir de muchos. A ese fallecido aún tibio le podíamos poner rostro. Era Nelson Tapia, de verde, abatido en el césped, mimetizado con el pasto del Stade Geoffroy-Guichard,de Saint-Étienne. Austria y Chile empataban 1-1 en el segundo duelo de la Roja en Francia 1998, tras el robo en el debut ante Italia.
El Simpson acababa de ser batido por Ivica Vastic en el minuto 92 del encuentro, luego de estar 22 minutos en ventaja, desde el gol a los 70’ de Marcelo Salas, probablemente el gol más feo que hizo. Eran solo 22 minutos para volver a un triunfo en un Mundial desde 1962, y desde 1950 fuera de tierras nacionales. Lo que Bonvallet le atribuía al poco descaro de Nelson Acosta de tirar el equipo atrás, el portero se lo adjudicaba a una cosa externa: el verde de su camiseta.
Tapia odiaba ese color. Nunca lo usaba. En la UC y en la selección estrenó varios modelos llamativos de la marca Reebok, generalmente muy coloridos o cargados al amarillo, al azul o al negro. Pero para el Mundial la cosa era más solemne. La empresa había decidido descartar el negro, para no tener impedimentos con el traje de los árbitros, y quedarse con tres indumentarias de colores lisos, con hombros negros.¿Los colores lisos? Amarillo, azul y verde. Sí, verde.
El duelo contra Italia lo atajó, de buena forma, con su camiseta amarilla, indumentaria que iba a repetir en el segundo duelo ante Austria. A muy poco de salir a la cancha, el temor de la camiseta negra se trasladaría a la realidad con la camiseta amarilla. El árbitro egipcio Gamal Al-Ghandour saldría con un modelo muy parecido al que pretendía usar Tapia. Utilería, precavida, tenía una opción disponible: ¡Una camiseta verde!. ¿No trajeron otra?, preguntaría Tapia. “Utilería solo trajo la amarilla y la verde”, responderían. La azul estaba siendo guardada para el duelo ante el equipo verde de Camerún.
Así Tapia salió a la cancha con el temor latente de que algo malo podía pasar. Durante 90 minutos respondió, como siempre en la selección. Simpson puede gustar o no, pero hay que hilar muy fino para encontrar un partido oficial de la selección chilena en que el arquero haya tenido responsabilidad en la perdida de puntos. El 4-1 en Barranquilla en 1996 y el 5-0 ante Brasil el 2005 no lo impedía ni Buffón.
Volvamos. Tras el gol de Marcelo Salas a los setenta minutos Chile siguió atacando. Acosta solo hizo cambios de hombre por hombre. Cristián Castañeda por Villarroel y Sierra por Estay. ¿Por qué no puso al Cheíto Ramírez para ubicarse justo en la zona que Vastic sacó el derechazo? Eso nunca lo supimos. Luego lo puso ahí ante Brasil y perdimos 4-1. Nada garantizaba el éxito ante los austríacos. Para Tapia sí: la camiseta amarilla o la azul.
Durante 20 minutos Chile siguió atacando. Sierra, Zamorano y Salas continuaron creándose situaciones de riesgo, y justo fue una perdida de balón en una jugada entre ellos, pase de taco innecesario del Matador en un intento de pared, la que originó el último ataque austríaco en el minuto 91. La zaga roja sacó dos cabezazos desde el corazón del área, primero Fuentes, luego Margas, pero poco pudo hacer cuando Mahlich tocó con Vastic. El delantero ingresado en el minuto 73 giró hacia el arco de Tapia, y entre Parraguez, Fuentes, Reyes y Margas sacó el tiro que metió en el ángulo de Tapia con su intacta camiseta verde. El arquero había tenido poco trabajo. “Es que no tenían por dónde”, diría Carcuro en la transmisión. El duelo había sido todo para Chile.
«Austria no tuvo ninguna opción de gol y nosotros teníamos el partido controlado. Pero justo nos equivocamos en salir a romper, y Vastic la clava en el ángulo. Ahí nos dimos cuenta de que nos pesó el poco roce internacional que teníamos, porque el 90 por ciento del equipo jugaba en el torneo local”, reconoció Ronald Fuentes, en el que admite, el partido más doloroso que a él le tocó jugar, pese a haber sido protagonista en el penal ante Italia en el duelo anterior.
Bonvallet, Fuentes, los analistas de ese entonces. Todos tenían claro que el error había sido eso, el no “cerrar el partido”. Para Tapia la explicación sigue siendo otra: no haber metido la camiseta azul en la utilería rumbo a Saint Ettiene.