Las “niñas”

El partido terminaba en Valparaíso. Las “niñas” estaban exhaustas. Acababan de meter 12 mil personas en Valparaíso, pero habían perdido ante la Selección de una de las ligas femeninas más poderosas de América. Quizá la más poderosa, la Liga que incluso ha llegado a llenar el Estadio Azteca. 

A las “niñas” les soltaron la mano. En el mejor de los casos iban a jugar sin arquera suplente una potencial, pero añorada medalla. Era el objetivo de las “niñas” jugando de local en sus propios Juegos Panamericanos. Era el objetivo mínimo que los señores de traje y corbata le habían puesto a las “niñas”. Una medalla. Una medalla sin arquera suplente y con cuatro jugadoras volando de vuelta a los clubes que le pagaban el sueldo. Y que sí les cumplían lo que les prometían.

Al final fue sin arquera titular ni arquera suplente. Fue sin arquera, sin dirigentes, sin apoyo, salvo el de las 12 mil personas que las fueron a ver esperando la hazaña. Hazaña que hubiera tapado los desprolijidades de los de traje y corbata, esos que tratan de “niñas” a la mejor generación de fútbol femenino chileno de la historia. Esos señores de traje y corbata que en su mandato estancaron a la mejor generación de fútbol femenino de la historia. Sí, la Roja Femenina ha crecido, pero no con la última dirigencia. Ahí ha sido retroceso puro. En viajes, entrenamientos, descansos y gestión.

Las “niñas” finalmente ganaron plata. Lo hicieron con 5 jugadoras menos de su nómina original. Una nómina que si hubiera sido de hombres, se hablaría hasta en el Canal del Senado. Total, quién se iba a dar cuenta, si sólo son “niñas”.

A diferencia del fútbol masculino, el futbol femenino era el equipo absoluto y además podía negociar jugadoras debido a una fecha Fifa femenina que coincidía con Santiago 2023. Así se consiguieron a Camila Sáez, Karen Araya, Antonia Canales y Christiane Endler. ¿La condición? No sobreexigirlas más allá de los partidos y los entrenamientos. Cumplieron. Contra México en la Fase de Grupos casi no alcanzaron a entrenar por llegar justo a la hora a la Quinta Región tras concentrar todo el torneo en Santiago. No tuvieron gestión ni ganas de instalarlas en Viña o Valparaíso. O Con Con, o San Felipe, o Los Andes, o Quillota. Cómo iban a gastar tanto en las “niñas”.

Las “niñas” ganaron medalla de plata. Solas. Porque por muy querido que sea su DT Luis Mena, la culpa igual es suya. Porque por muy odiado que sea Pablo Milad, la culpa no es solo de él. Hay Gerente de Selecciones, hay Coordinador, hay personal administrativo. Los mismos que se lavaron las manos y culparon al Valencia por la partida de Antonia Canales. Los “Ches” podrían haberla despedido. Los señores de traje y corbata no se iban a hacer cargo de su presente, mucho menos de su futuro. Antonia hizo bien con irse.

Las “niñas” terminaron su presentación en lo JJPP. Fue medalla de plata y perfectamente pudo ser de oro. No porque la Coté Urrutia haya tenido culpa en el gol. Quizá también se lo hacían a Endler, Canales, Natalia Campos o Torrero. Quizá a Claudio Bravo o Brayan Cortés. La culpa no estuvo en la cancha. Estuvo afuera, en esos que cambiaron el foco de la final y se empezaron a convertir en sus enemigos. En esos que con su displicencia  alejaron para siempre a la capitana de la Selección. 

La conocieron desde pequeña. A ella y a sus contemporáneas. Crecieron en todo ámbito, pero nunca dejaron de ser las “niñas” para los señores de traje y corbata. Sobre todo a los últimos, los que estancaron a la mejor Roja Femenina de la historia de Chile. Los que no han logrado nada en la testera de la ANFP. Los que siendo locales concentraron en una Región y jugaron en otra. 

Sí, los hombres también. Pero era lo único, lo único que le habían pedido las “niñas”. Sus “niñas”.