Mientras en Chile unos pensaban que habían jugado anoche y no sabían el resultado. Mientras otros juraban que jugábamos mañana y organizaban pichangas para hoy. Mientras CHV hablaba de los nexos del Chispa con Luis Hermosilla y en Argentina, en medio de una de sus peores crisis económico-sociales, hacían previa en el Monumental de River Plate desde las 8:00 de la mañana. Cuando en un país discutíamos si el capitán podía ser el novio de una modelo triple X, en Argentina comentaban si la titularidad de Lisandro Martínez por Tagliafico obligaba a jugar con cinco atrás o aún había opciones para el 4-3-3 campeón de dos Copa América y nada menos que un Mundial. Así llegó la hora del partido.
En Argentina analizaban la formación de Chile. El arquero de Racing, el exlateral derecho de Independiente, el exlateral izquierdo de Godoy Cruz, los centrales de Talleres y River, los volantes de Huracán, el polifuncional de Independiente. Sacaban las cuentas y decían que un combinado local le ganaba a la selección chilena. Unos cuántos de Vélez, Pezzella y Acuña de River, Medina de Boca o alguna joya del Interior. Hasta con la Pulga Rodríguez. No nos temían.
No nos temían a tal punto que organizaron dos fiestas. Una al comienzo y otra al final del partido. En la previa para Di María y en el post para la Copa América que ganaron. Faltaban cuarenta minutos para el inicio del partido y los titulares de Argentina le estaban haciendo manteo a Ángel Di María, el homenajeado de la noche. No estuvo Lionel Messi, pero sí Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol que no estuvo en el funeral del uruguayo Izquierdo.
Lo de hacer el calentamiento concentrados no se la sabían. Mucho menos la de analizar al rival con la oncena ya confirmada. Eso que Loyola o Palacios cambiaba mucho. El tema era otro. Total, los chilenos buenos, con suerte, jugaban en Argentina. Eso pensaban los jugadores de los mejores equipos de Inglaterra, España, Italia y Portugal.
Duele la predisposición argentina. No porque hayan hecho un homenaje en la previa. En Chile se hace. Regalan camisetas. Premian a los 100 partidos, los 200, los 300, a los retirados. El tema es que en un partido oficial, rumbo a un Mundial, tenían un homenaje para el final. Con banda de cumbia en vivo, con vuelta olímpica de la Copa América 2024, con homenajes, discursos, público que se iba a quedar. ¿Y si perdían con Chile? Ninguna posibilidad. No pasó en ciento y tantos años, no iba a pasar ahora.
Partido raro. Desde el esquema de ambos, desde que uno de los mejores centrales zurdos del mundo jugara de lateral, desde Loyola pegado a la raya en el medio, o Marcelino de doble cinco. Desde Víctor Dávila pidiendo la 10 de Raúl Muñoz o Argentina jugando con Lautaro y Julián juntos. Desde el cabezazo de Catalán que entraba ante Bolivia, pero nunca jamás ante Argentina en Buenos Aires. Partido raro. Partido raro para todos. Partido raro para los que decían que Arias no atajaba, con tal de defender al arquero de sus colores. Lleva años como portero, y líder, de uno de los grandes de Argentina.
Y así se fue el partido raro. Olvidable partido raro. Son mejores los partido raros para Argentina. Esos que Chile les empata en Buenos Aires con goles de Cornejo y Navia, o en Santiago del Estero, o en una final de Copa América. O ese que le ganamos en Santiago de Chile con gol de un jugador que aún no sabemos si se retiró o no. Eso somos. Una constante incertidumbre. ¿Estamos retirados o no?