Los árbitros fueron los peores enemigos en la era Pellegrini en Universidad Católica. En 1994 Carlos Robles validó un gol offside de Marcelo Salas en el clásico universitario y semanas más tarde Salvador Imperatore inventó un penal en El Salvador con que los azules fueron campeones en desmedro de la UC.
El 95 se repitió la historia y cuando a la U se le complicaba el título, con la UC del Ingeniero pisándole los talones, el juez Rafael Hormázabal cobró un penal a 50 metros a favor de la U ante Palestino que el Relojito Romero transformó en gol.
Ya con el fantasma de los árbitros en el pasado, la UC llegó al año 96 sin Gorosito y Acosta y fracasó de inmediato en la Libertadores de ese año con sendas goleadas ante Botafogo y Corinthians. Para peor, los refuerzos Caté y Garnero no funcionaron y Pellegrini debió echar por indisciplina a Sergio y Jorge Vásquez. Todo mal.
Finalmente el ahora DT del Manchester City dejó la UC y de inmediato las cosas cambiaron. Tanto que en el partido donde se confirmaba la llegada de Fernando Carvallo a la banca cruzado, los de la franja se vieron favorecidos por un hecho inédito en el fútbol chileno.
Cuando la UC igualaba 1-1 con Coquimbo Unido en San Carlos de Apoquindo (Alex Silva para la visita y Rozental para el local), el capitán Mario Lepe se atrevió a disparar a la portería del meta coquimbano Alex Varas desde 30 mtros. El árbitro Enrique Marín estaba en medio la jugada y se agachó rápidamente. No lo suficente para que el balón rebotara en su espalda, tomara una comba, se elevara por sobre Varas y bajara raudamente llegando a la red.
Después de varios años peleando con los àrbitros, a la UC por fin la ayudaban los hombres de negro. Una ayuda que no logró quitar ni en un 1% la impotencia de haber perdido dos torneos por culpa de offsides y penales mal cobrados.