Colo Colo es demasiado grande. No cabe por la puerta de la Primera B. Esa entrada no está hecha para que la cruce un coloso como Colo Colo. Pero ellos querían entrar, y a picota, chuzo y martillo fueron rompiendo la muralla desde la segunda mitad del 2019 a esta parte. Un trabajo mancomunado de dirigentes, entrenadores, jugadores e incluso hinchas, que invadieron canchas y agredieron a sus propios jugadores, sin saber que a la larga sería otro picotazo más al muro que los separaba de descender.
El trato a Zaldivia, a Maturana, la suspensión de los contratos en pandemia, la mala elección de los refuerzos, el elástico estirado a más no poder con Mario Salas, el poco peso de Gualberto Jara, la elección de un DT que no sabía con qué se iba a encontrar. La confusión con el retiro de Paredes, la bipolaridad de Aníbal Mosa, la nula incidencia de Marcelo Espina, el ruido que provoca la presencia de Harold Mayne Nicholls. La foto rumbo a Brasil para ir a buscar a Scolari, la contratación de un jugador que tiene demandado al club, de otro que era capitán del archirrival, las lesiones constantes de los jugadores y la insistencia por otros que ya no rindieron. La trampa por el positivo antes de Antofagasta, el mal trato a los norteños, y el mal trato a sus propios jugadores.
Colo Colo es demasiado grande. O era demasiado grande, cuando la institución estaba sobre las personas. Esas personas lo están metiendo a la fuerza por la puerta que han ido agrandado. Y están entrando con Iván Morales, Javier Parraguez y Carlo Villanueva, de quien se sabe más en Instagram por lo mal que se alimenta, que por lo que produce en Colo Colo. Había que agrandar bastante la entrada para que pasaran todos ellos, pero lo están logrando.
Y quizá es karma, porque hasta lo que hacen bien, puede que esté mal. El cupo por Zaldivia lo usaron con Falcón, la única figura de Colo Colo 2020. Pero ese cupo pudo ser para un puesto con más incidencia en pos de buscar un triunfo. Buscar en el extranjero un enganche, un nueve, un abrelatas calado. Blanco y Negro decidió ocuparlo en un zaguero. No se equivocaron en la elección de ese jugador, pero en ese puesto era más fácil conseguir a algún chileno en el exterior. Pero bueno, si la Tía Enriqueta tuviera bigote, sería el Tío Enrique.
Y de lo deportivo poco más para decir después de todo lo que se analiza a diario. De bajar a la B, Suazo, De La Fuente y Parraguez serán los niños símbolo del fracaso, de la vergüenza. Poco aportan partido a partido, pero hay otros tantos que no se las pueden llevar peladas. Los cabrones argentinos, otros que negocian milonarios contratos para salvarse solos, un ex9 de dos equipos grandes en Argentina que se le olvidó jugar fútbol, los exseleccionados chilenos que ya no pueden girar, que no pueden pasarse a un jugador. Los juveniles sin personalidad, intrascendentes, volantes mixtos que no pinchan ni cortan.
Quedan dos meses, 12 partidos, clásicos, Superclásico y finales del mundo ante equipos que antes se miraban para abajo. La resignación de que el descenso está a la vuelta de la esquina llegó después de la derrota ante La Serena en el Monumental. Unos prefieren tocar fondo como River Plate, otros salvarse a como dé lugar. Sería mucho premio para todo lo malo que han hecho en un año y medio, o un poco antes, cuando Guede y Mosa le dieron mucho poder a “referentes” que hoy ni hablan. Pero Colo Colo es tan grande que quizá no entre a la B ni con la muralla derribada de par en par. Siempre pasa algo, Matías.