“Muchacho loco, muchacho loco”, gritaba desaforado Mirko Jozic al borde de la cancha del antiguo Regional de Antofagasta. Era el 24 de mayo de 1992, por la ida de las semifinales de la Copa Chile. Los locales recibían a Colo Colo con 30 mil personas y al DT croata, poco antes de entrar a la cancha, se le había ocurrido un plan más loco que el muchacho. El líbero Lizardo Garrido iba a ser el conductor del equipo ante la ausencia de Claudio Borghi, quien en 1992 había llegado en lugar de Rubén Espinoza para jugar unos metros adelante del contención Eduardo Vilches. “Cuando Jozic dijo que iba de 10 todos se cagaron de la risa. Yo ya estaba con el tarro cuando no me nombró entre los defensas. ´Te sacó`, me decían los cabros. Cuando llegó al 10 me nombró. No lo podían creer”, recuerda Garrido.
Jozic, además de adelantar a Garrido, retrasaría a Eduardo Vilches como central, pondría al Coca Mendoza de lateral izquierdo y a Pizarro delante de él. A Margas de lateral derecho, y a Adomaitis delante de él. Vilches haría dupla con Ramírez como centrales, Salvatierra sería el contención, Chano Garrido el conductor, y Rubio y el Tunga González los delanteros. Un 4-4-2 con un rombo en el medio.
A los 21 minutos el plan era un fracaso. Los nortinos ganaban 2-0 con goles de Vener y Florencio Villalba, y el Chano no daba pie con bola. “Me hicieron partir después del primer gol y no sabía ni cómo partir, fue un desastre. Mis compañeros no confiaban en mí en esa posición y en el único pase que di no supe leer el offside. Cobraron fuera de juego”, cuenta ahora el Flaco de Lo Franco. Garrido, además, fue el encargado de salir a presionar cuando Antofagasta inició el partido. De las imágenes más raras que entregó el fútbol noventero, pese a que como juvenil había incursionado jugando de 8.
El “muchacho loco, muchacho loco” de Mirko Jozic era justamente para él. Es que el líbero campeón de América en 1991 no quería saber más de la improvisada posición y se rebeló dentro de la cancha. “Agarré al Coca Mendoza y al Cabeza de Cordero Eduardo Vilches y les dije que volviéramos a nuestras posiciones, que hiciéramos una hueá más normal, que no podíamos seguir así, que íbamos 2-0 abajo”, narra el Chano.
Jozic se dio cuenta de los cambios que estaba haciendo Garrido dentro de la cancha y se volvió loco fuera de ella. Los últimos minutos del primer tiempo se jugarían en un completo desorden, con muchos jugadores fuera de posición. “Con Jozic siempre fue un trato distante. Si jugaba bien no me decía nada, si me equivocaba, me reventaba. Sus únicos regalones eran Mendoza y Morón”, recuerda el Chano, quien esperaba lo peor en el entretiempo. Al final no pasó nada y el DT mantuvo el orden que había reorganizado Garrido.
El segundo tiempo, con un esquema más normal, Antofagasta anotó nuevamente a través de Villalba, pero Adomaitis descontó a los 87’ y fue solo 3-1 final con el partido de vuelta en el Monumental por jugarse. En Santiago fue 4-0, donde la figura fue el uruguayo Mario Rebollo. Los goles albos fueron de Pizarro, Mendoza y Gustavo de Luca, quien durante esos mismos días enfrentó a Antofagasta por el Campeonato Nacional, pero con la camiseta de O’Higgins. El defensor puma Pedro Reyes debió marcar al delantero rancagüino Gustavo de Luca y al delantero colocolino Gustavo de Luca.
El 4-0 del duelo de vuelta fue un cabezazo de Lizardo Garrido, quien en ese partido fue líbero, pero que se había quedado en posiciones ofensivas. Avanzaban a la final de la Copa Chile ante la Unión Española de Vega gracias al gol de Garrido. Es que al Chano, por su etapa como lateral, le gustaba ir hacia arriba, salir jugando, proyectarse con largas zancadas, pero de ahí a jugar de 10, otra cosa. Eso no era “una hueá normal”.