La foto de esta nota podría ser fácilmente la portada de una revista de héroes. Superman, volador. Rambo, casi un kamikaze. Sergio Vargas y Marcelo Ramírez marcaron historia en el fútbol chileno y se convirtieron en ídolos de sus equipos, archirrivales, pero con la grandeza de posar sin problemas para una foto. En esos tiempos nada era tan terrible.
La historia de Vargas se relaciona directamente con los mejores años azules de los 90. Llegó desde Emelec a comienzos de 1992, tras ser arquero de Independiente de Argentina, y suplió de inmediato el déficit de porteros que había tenido la U a comienzos de la década de los 90 con Walter Mella y Eduardo Fournier, ya en el ocaso de su carrera.
Vargas se juntó con Rogelio Delgado, ex compañeros de Independiente, y afirmaron la retaguardia azul. Claro, acompañados de Ronald Fuentes, Luis Abarca, David Gómez, Gabriel Galindo, José Díaz, Cristián Mora, Cristián Castañeda, Fabián Guevara, Cristián Romero y varios más que compartieron los tres años en los que Vargas y Delgado estuvieron juntos: 1992, 1993 y 1994.
Tras el primer titulo de la U en 1994, y la partida del paraguayo, Vargas encontró en Cristián Traverso el nuevo patrón de la defensa. Con un 1995 dudoso, se afirmó el 96, fue semifinalista de la Copa Libertadores y partió a Boca Juniors a integrar los años dorados de los xeneizes con Bianchi, Riquelme, Palermo y compañía.
Vargas siguió agigantando su figura en la U y consiguió dos nuevos campeonatos, en 1999 y 2000, dirigiendo defensas más jóvenes con Ricardo Rojas, Alex Von Schwedler o Rafael Olarra. Fuentes y Mora seguían poniendo la experiencia. Entre medio, le atajó penales a Borghi, se peleó con Fernando Vergara, lloró por no poder terminar un partido, se comió goleadas en Brasil, pero fue clave para avanzar llaves en la Libertadores de 1996. Usó la jineta, se peleó con técnicos, dirigentes y compañeros. A los hinchas de la U les daba lo mismo, el Superman era su ídolo y casi siempre le encontraban la razón. Hasta le hicieron una cena de despedida. Un jugador no es más grande que un club, pero Vargas estuvo casi. Le había dado mucho a la institución y terminó mal. Hasta se hizo chileno para jugar por la selección y le tapó un penal a Chilavert en Eliminatorias. En muchos partidos parecía con más poderes que Superman.
Un poco más terrenal, por su apodo y por el nivel de idolatría, era Marcelo Ramírez. Arquero de Colo Colo que vio desde el banco la obtención del título de la Copa Libertadores en 1991, pero que tuvo protagonismo en las siguientes participaciones internacionales de Colo Colo. Se hizo un nombre atajando penales en la Recopa Sudamericana ante Cruzeiro en Japón, y luego repitió su gracia en varias Supercopas. El 93 ya casi le tenía ganado el puesto a Daniel Morón, con el que volvió a compartir en 1994, con bastante rotación.
En 1995 cambiaría todo para ambos. Morón se iría del club y Ramírez tendría que resignarse a ser suplente. Gustavo Benítez había traído al uruguayo Luis Barbat y confiaba en él a ojos cerrados. Pese a ser un gran arquero, de hecho tras Colo Colo volvió a la selección charrúa, tuvo meses muy malos en Colo Colo. Muy parecido a lo de Claudio Bravo en el Manchester City, prensa e hinchas comenzaron a presionar para que Marcelo Ramírez tuviera una nueva oportunidad. Terminando la primera rueda agarró camiseta y no la soltó más. El tiempo de Barbat había pasado y comenzaban los mejores años de Marcelo Ramírez en Colo Colo. Campeón en 1996, Clausura 1997 y 1998, no pudo disfrutar de los avances en copas internacionales porque esos torneos los disputaba Arbiza. Cuando el uruguayo le dio la chance de jugar en un Colo Colo – Flamengo del 96, Ramírez tampoco pudo finalizar el partido. Terminó jugando Pedro Reyes al arco.
Ramírez, a la sombra de Tapia en la selección, se convirtió en titular de la Roja en 1999, siendo figura en la Copa América de Paraguay. Hasta se rumoreó que el Real Madrid lo quería. La edad daba lo mismo. El Rambo estaba más ágil que nunca en su carrera.
La carrera tendría un bajón, aparecerían las lesiones, un par de goles iconos con él desparramado en el suelo y una agresión a un árbitro en una gira de Chile por Centroamérica. Su paso por la Roja estaba acabado y el de Colo Colo estaba cerca. La quiebra a fines del 2001 terminaría por decretarlo. Vargas y Ramírez habían salido mal de sus clubes. En el fútbol los héroes no son invencibles.