Mario Salas, disparándose en el zapato

Cuesta entender las primeras decisiones de Mario Salas de cara al 2020. Suficientes problemas ya tenía clasificando casi por secretaría a la fase de grupos de Copa Libertadores, justo semanas después de enfrascarse con la hinchada que lo recriminaba por el mal rendimiento durante todo el año 2019. Con Pato Yáñez incluido.

Cuesta entender el visto bueno para la llegada de Miguel Pinto. No solo porque ya tiene a Brayan Cortés y Darío Melo, otros dos “Miguel Pinto”, sino porque también cuenta con el ya chileno Omar Carabalí, e incluso con Julio Fierro. Uno, nominado al Preolímpico y probable titular por la “desconvcatoria” de Gonzalo Collao. El otro, Fierro, porque es una de las grandes apuestas del club, y era un buen momento para que ya comenzara a codearse más seguido con el plantel estelar.

Cuenta entender la llegada del otrora SuperBebé. Es el “enemigo futbolístico” número uno de Matías Fernández. Es el arquero rival del que se acuerdan los colocolinos cuando rememoran los golazos del Mati en su primera etapa en el club. También porque es el “enemigo futbolístico” del Bichi Borghi, ídolo colocolino, tetracampeón, y por quien Pinto no dio la cara cuando el DT fue castigado injustamente por gritos racistas que había dado el arquero y no él.

Cuesta entender la llegada de Miguel Pinto. No porque sea un mal arquero. Tuvo una buena campaña en O’Higgins, es uno de los pocos metas chilenos que ha ido al extranjero, y fue una de las grandes figuras en la gran Copa Libertadores del 2010, algunos partidos para nota 10, cuando defendía a la Universidad de Chile. Claro, ése es el problema. Fue capitán y figura del archirrival durante largos años, la voz cantante de los azules en el camarín y también ante los medios. Aún en O’Higgins, siempre fue más vinculado a los azules que a cualquier otro club.

No es nada contra Pinto, pero Mario Salas se creó un problema que antes no tenía. Y eso que ya tenía problemas para gastar, guardar y regalar. Es cosa de leer los comentarios de los hinchas colocolinos, más airados en contra del DT, quien sobrepobló el plantel de arqueros, que en contra de Pinto, quien solo aceptó una muy buena oferta de trabajo.

Claro, si iba a llegar un arquero, los hinchas esperaban por un Justo Villar o un Sebastián Cejas. Finalmente llegó un Miguel Pinto, un muy buen arquero, pero que tendrá que remarla desde atrás, no solo en un plantel donde no se sabe si será el uno, el dos, el tres o el cuatro, sino que remarla ante una hinchada que tendrá detrás de él en cada partido que le toque jugar. Los que cruzaban los dedos para que no llegara al ángulo en el tiro libre de Matías Fernández el 2006. Mucha suerte Miguel.