Diego Cagna era el Fernando Astengo de Argentina. El Cóndor Rojas era Julio Cruz. El exentrenador de Colo Colo sacaba al delantero de la cancha tras un combo del chofer del bus de Bolivia. Sí, el chofer del bus de Bolivia había golpeado al Jardinero en un partido caliente en La Paz, en abril de 1997, rumbo a Francia 98. Los bolivianos ganaban 2-1 y Argentina ya estaba con 9 jugadores por expulsiones de Nelson Vivas y Gustavo Zapata.
Esa oncena de Daniel Passarella aún estaba en formación. En ese equipo, además de Diego Cagna, estaba Néstor Gorosito, exUC, y el arquero era el Nacho González, exUnión Española. Por una derrota en Quito en 1996 el DT había dicho que en la altura la pelota no doblaba. Frase para el bronce, pero no tanto como el engaño que intentaron hacer entre cuerpo médico, cuerpo técnico y Julio Cruz. Un tema que hasta hoy es tabú en Argentina, pero donde los dardos apuntan al Kaiser como autor intelectual y el Doctor Luis Seveso como el material. Cruz evade en sus respuestas sobre ese tema, los demás futbolistas involucrados prohíben que les pregunten sobre el caso. Julio Grondona decía que no podía negar ni afirmar, porque no estuvo ahí.
El combo a Julio Cruz, quien había ido a buscar un balón al banco de Bolivia a tres del final, había sido notorio. Maletero, a puño cerrado, captado por la TV y los fotógrafos. Sin embargo una nueva derrota de Argentina, sumado a un empate con Chile y otros malos resultados en la primera rueda como ante Ecuador, hacían razonar poco y nada a los que les pagaban justamente para eso.
Con Julio Cruz K.O. por el combo, el DT Daniel Passarella fue quien actuó más rápido. “Lo llevamos a los camarines, Diego”, le dijo a Cagna. “Esperemos una camilla”, le respondió el entonces volante de Boca Juniors. “Que camilla ni qué nada”. Así, entre Passarella y Cagna se llevaron al delantero rumbo a camarines en una camilla que sí apareció. Ahí el Doctor Luis Seveso prohibió el ingreso de los periodistas y fotógrafos.
Passarella no volvió a la cancha y quedó en el camarín a puertas cerradas. Tras 14 minutos suspendido, el partido se reanudaría para jugar los tres que faltaban más el agregado. Ese rato lo dirigió el ayudante Alejandro Sabella. Desde Sarandí, Julio Grondona había dado la orden de que no se podían retirar de la cancha, “pasara lo que pasara”.
El partido terminó con derrota y con Nacho González expulsado por oficio por un cabezazo sin pelota a Demetrio Angola. A la vuelta, ahora sí, los fotógrafos podían entrar al camarín. Un hecho que nunca el DT Passarella había permitido post partido. Ahí estaba Julio Cruz, prácticamente desangrándose de uno de sus pómulos. Con la camiseta ordenadamente ensangrentada. Con vendas, paños manchados, agua y medicamentos. Todo puesto prolijamente en escena. Era la foto perfecta del escándalo en Bolivia, país que no había dado las garantías necesarias. Por la inmediatez, nadie de los medios se percató que algo no calzaba.
“Gustavo, mandaste las fotos al revés”, le decían a Gustavo Ortiz sus jefes de Olé. En Argentina, con más calma, se percataron que la sangre estaba en el pómulo izquierdo y que el combo había sido en el pómulo derecho. Quienes se quedaron encerrados en ese camarín se habían equivocado y no podrían concretar la farsa para pedir esos tres puntos en La Paz. A Cruz lo habían cortado a propósito con un elemento filoso. En ese camarín cerrado estaba Passarella y Seveso.
El error había quedado descubierto rápidamente. Los fotógrafos tenían una contundente imagen de Cruz sangrando, pero no había un reclamo oficial ni se habían retirado de la cancha. Luego, en las entrevistas post partido, los involucrados hablaron del combo a Cruz, pero no de la sangre. Hablar de eso quedó prohibido en el camarín. En la charla se habló de no cometer ese error, y no de los errores que habían costado la derrota.
El que sí declaró varias veces fue Luis Seveso, el Doctor. Primero dijo que Cruz estaba consciente y con un corte en la cara provocado por el golpe. Luego minimizaría el tema de la sangre y atribuiría el corte a una caída de Cruz de la camilla. Los de Diario Olé ya habían avisado del “error”. No podían hacer crecer la mentira. “Jamás vi sangre en el rostro de Cruz en todo el trayecto al camarín”, declararía después Diego Cagna. Calzaba. Nadie había dicho una palabra de más. Habían completado el partido y no atacaron a la Conmebol. El plan se había abortado.
Argentina, en las horas siguientes, sí presentaría una queja formal por todas las irregularidades en La Paz. En ningún lado se hablaba de la sangre de Cruz. Dos días después Julio Grondona recibía a Luis Seveso en su Country, así como en la serie de Amazon. El presidente de la AFA le sacó la verdad al Doctor, pero públicamente se quedaron con la de la caída de la camilla, culpa de Passarella, y no con el intento de reclamar los puntos por el combo a Cruz que lo había dejado sangrando. El plan del DT.
Se tapó todo. “Todo pasa”, era la frase de Grondona. Passarella seguía en el cargo y encontraría el equipo durante 1997 con Roa; Sensini, Ayala, Paz; Verón, Almeyda, Simeone; Ortega, Gallardo; Batistuta y López. Con Chamot, Zanetti y Crespo respirando en la nuca.
El DT se iría a fines de Francia 98, incluso con una denuncia de haber tapado un doping positivo de Verón en pleno Mundial. Escándalo tras escándalo, los mismos que con el tiempo le han quitado la idolatría en Argentina y River Plate. Ha dicho que su único error esa tarde fue no evitar que Cruz se cayera de la camilla, la caída que dejó al 9 con un corte perfecto en su pómulo izquierdo tras flor de combo en el pómulo derecho. El pacto de silencio, con Gorosito, Cagna, Julio Cruz, Nacho González, entre otros, ha salido perfecto.