Comenzaba el año 97 y Roberto Hernández asumía la banca de Universidad de Chile tras el mal fin de año de Miguel Ángel Russo. De entrada, el nuevo DT adelantaba que tras las partidas de Leo Rodriguez, Hugo Bravo y Jaime Ramírez no traería ningún 10. Que se quedaría con Esteban Valencia y Víctor Hugo Castañeda como titulares, más el regreso de Juan Quiroga desde La Serena, Marcelo Jara y Patricio Acevedo. La 10 sería para el delantero paraguayo Richart Báez, conocido perfectamente en Chile por sus partidos rumbo a Francia 1998. También llegarían Rodrigo Barrera, luego de estar cortado en la UC, y volvería el Bombero Ibáñez, quien se quedaría con la camiseta 9.
Ese año 1997 sería el último de Víctor Hugo Castañeda en el profesionalismo. Con 35 años se las arregló para estar en muchos partidos en los azules y también en la Roja. Le tocó la fecha doble ante Colombia y Paraguay donde Acosta prescindió de los jugadores de Colo Colo, entre ellos Sierra. Ya en los últimos meses de 1997 perdería terreno en la Roja ante Vega y el Coto, y también en la U, donde el recién llegado Heidi González jugó muchos partidos de volante. Para el año 98 la U necesitaría un conductor.
Y ese conductor llegó. Era un moreno, alto, de grandes atributos…futbolísticos ¿Su nombre? Edison Mafla. El zurdo colombiano usaría la 22, ya que la 10 seguía ocupada por Báez. El 9 había quedado desocupado luego de la ida de Ibáñez, pero sería usado por Flavio Maestri, otro que nos hizo sufrir rumbo a Francia 98. El paraguayo y el peruano pelearían por dos cupos junto al mundialista Rodrigo Barrera y al HeidI González, quien aún no explotaba en la U.
En 1998, con los ojos puestos en el Mundial, la primera rueda de la U fue mala, con muchos empates y una derrota 1- 4 ante Iquique. Mafla no había andado y el otro refuerzo para el mediocampo, José Ortega, se había lesionado. La U, que no tenía cupo de extranjero disponible, salió al mercado en busca de un 10 foráneo, sabiendo que debía prescindir de alguien, pero sin saber de quién. El nuevo conductor lo encontraría en México, carta segura, jugador calado: el Leo Rodríguez estaba dispuesto a volver a la U desde el América.
Con el Leo se arregló rápido, mientras los otros cuatro extranjeros seguían en el club hasta pocos días antes del inicio de la primera versión de la Copa Mercosur. Sergio Vargas y Maestri con seguridad seguirían, mientras que Mafla y Báez, quien estaba de vacaciones tras Francia 98, eran los apuntados a salir.
El debut de la U en la Copa Mercosur sería el 29 de julio ante Nacional en Montevideo. Días antes debía entregar la lista de buena fe. Con Báez aún usando la 10, la U inscribiría a cinco extranjeros para el torneo, dándole la camiseta número 24 a Leo Rodríguez, uno que en los azules era sinónimo del dorsal 10. La 24 la recibió sin chistar. El número había quedado desocupado tras la partida del Flaco Cristián Leiva a Iquique.
El Leo no se alcanzó a poner a punto para la derrota 1-0 en el debut en Uruguay, pero sí se reestrenaría ante Independiente el 11 de agosto de 1998 en el Nacional. En ese lapso, Richart Báez, goleador del Clausura 1997 junto a Rubén Vallejos, había partido al mismo América de México que había liberado al Leo Rodríguez. Ya con la lista oficial entregada, había dejado la 10 disponible. Era demasiado tarde. El Leo jugaría toda la Copa Mercosur 1998 con la 24, camiseta que hoy se paga cara entre los coleccionistas.
Para muchos su redebut ante Independiente fue el mejor partido que jugó el bicampeón de América por los azules, mejor aún que sus mejores duelos del 95-96 y del 98-99-2000. Con la 24 en la espalda las hizo todas. No tuvo problemas de adaptación, como si nunca se hubiera ido de la U un año y medio antes. En su primer partido con sus viejos y nuevos compañeros hizo dos golazos al ángulo del mundialista colombiano Frayd Mondragón (36’ y 69’), uno en cada arco. Pedro González, que comenzaba a explotar, había abierto el marcador a los 27’ ante el equipo de Milito, Cascini, Toresani y José Luis Calderón, dirigido por César Luis Menotti.
Ese 3-0 sería la mejor presentación de la U de ese torneo. Luego vendrían cuatro derrotas consecutivas y el último lugar del Grupo B de la Mercosur, donde también estaba Palmeiras. La Copa en ese primer año aspiraba a opacar a la abolida Supercopa gracias a los suculentos premios. No fue un incentivo suficiente para los azules.
Lo mejor de la U estaba guardado para ese segundo semestre del 98, cuando, como un tren sin frenos, comenzaron una feroz persecución a Colo Colo, que perdía y perdía jugadores, además de puntos, a medida que avanzaba el año. Los azules, guiados por Leo Rodríguez con la 10 en la espalda, más el Heidi González, fueron campeones por algunos minutos en diciembre. Eso hasta que el Murci Rojas le anotó el 2-1 a Iquique en el Monumental en la última fecha, en el minuto 83.
Lo de la U, Rodríguez y González en ese segundo semestre había sido increíble, tan increíble como un 3-3 en Valparaíso, en plena cacería, cuando la U ganaba 2-0 ya jugándose el segundo tiempo. Cerca de los 52′ el argentino salió de la cancha rumbo a los baños por problemas estomacales que arrastraba desde el entretiempo. Wanderers estaba con 10 jugadores por expulsión del Manteca González a los 40′ y la U ganaba en forma cómoda. Ni se iba a notar. Cuando el Leo se reintegró al campo de juego, Wanderers recién había descontado a los 55′ con un golazo de Moisés Ávila. El árbitro validaba el 2-1 y además le ponía amarilla al Leo por irse al baño sin permiso. Con el envión anímico Wanderers lo empató 2-2, pero a los 88’ Pedro González puso el 3-2 para la U. Dos minutos más tarde sería el excruzado Miguel Ardiman quien pondría el 3-3 final. Tras ese partido el Leo haría siete goles en cinco partidos, mientras que el Heidi se empinaría como goleador del torneo con 23 tantos. Eso sí, la espinita de Valparaíso existe hasta hoy.
Para muchos azules fue ahí, seis fechas antes del final y cuando no se sabía que terminaran peleando palmo a palmo con el escapado Colo Colo, que la U perdería el título. En ese momento era solo un empate más en un invicto que se sostendría durante toda la segunda rueda, segunda rueda que el Leo había comenzado con la 24 en la espalda y la había terminado a 7 minutos de ser campeón, pasando, eso sí, por unos 5 minutos extra en los baños de Playa Ancha.