El zurdo Edú Manga, junto al Bíblico Toninho, es protagonista del gol más lindo de la historia del América de México. Centro de rabona a la carrera del exUC y cabezazo furibundo del exColo Colo para poner a las Águilas en la final del torneo 90-91, venciendo a su archirrival Chivas de Guadalajara. Hace poco ese gol ganó el “Mundial de Golazos” donde varios clubes grandes del mundo nominaron su Mejor Gol de la historia, echándolos a competir en rondas de eliminación vía votación web. Obviamente los mexicanos fueron los campeones del mundo. Son bravos para el internet, o si no jamás hubiéramos visto “La caída de Edgar”.
Edú Manga fue uno de los talentos brasileños de la segunda mitad de los 80. Jugó la Copa América de 1987 y estuvo en las Clasificatorias rumbo a Italia 1990. Por esos años en Brasil hizo buenas campañas en Palmeiras (1985-89) y Corinthians (1992-93), con un gran paso por el América de México entremedio (1989-92) y uno posterior (1994). Luego de eso, el Emelec de Ecuador, el fútbol japonés y el Paraná de Brasil . Con solo seis meses de su regreso al fútbol brasileño dio el gran salto de su carrera. El Real Valladolid de Vicente Cantatore lo quería en sus filas para la temporada 1996-1997. Ese año jugó 37 partidos y fue una de las figuras de la Liga, tanto que hoy cree que ese año pudo haber dado el gran salto. “Me faltó jugar en un Barcelona, Real Madrid, Atlético de Madrid o disputar una Copa del Mundo. La primera temporada que hice en Valladolid fue muy buena, estuve al nivel de los grandes jugadores de Europa, pero no hubo interés de mi empresario, ni del club y no pude redondear mi carrera así”, dijo en una entrevista en 2017 a un medio español.¿El motivo? Era uno de los últimos grandes ídolos del Valladolid.
Tras la partida de Cantatore y la muerte del presidente Marcos Fernández, el Valladolid quedó a la deriva al igual que Edú. Luego de una etapa inactiva en 1998 el volante de 31 años fue ofrecido a la UC de Fernando Carvallo junto al delantero Wagner Valente de Aquino (29 años). En el receso mundialista habían partido Margas, Lunari, Caté, Bisconti, Alonso Solis, Juan Carlos Madrid y Claudio Núñez. Ahora la 8 de Lunari sería para el Fantasma Figueroa, la 9 de Núñez para Rodolfo Moya (tuvo la 26 el primer semestre), la 21 de Solís para Francisco Flores, la 10 de Caté para su compatriota Edú y la 19 del Gato Madrid para el gran Wagner Valente.
Si lo de Edú podía llegar a convencer por la carrera que tenía, lo de Wagner era casi inentendible. Si bien tenía pasos por el Fluminiense y el Inter de Porto Alegre, a Católica llegó proveniente del humilde Paysandú, equipo al que volvió tras sus seis meses para el olvido en San Carlos de Apoquindo. En la UC se la pasó lesionado, jugó solo siete partidos, no hizo goles y recibió una amarilla. Incluso en un duelo ante Palestino en el Santa Laura entró como titular y a los siete minutos pidió cambio tras sentir molestias. Para peor, le pasó la mufa a Rodrigo Goldberg. En un UC-Iquique, que aseguraba el paso a la Liguilla de Copa Libertadores, volvió a ingresar de titular, y tras no hacer nada en el primer tiempo, le cedió su puesto a Rodrigo Goldberg, quien recién se reincorporaba de a poco tras una lesión. En ese duelo el Polaco hizo dos goles en pocos minutos, pero luego pisó mal y se lesionó. Estuvo casi un año afuera por rotura de ligamentos.
Lo de Edú fue un poquito mejor. En 11 partidos que estuvo en el Torneo Nacional hizo dos goles, uno de ellos un golazo ante Temuco tras gran jugada personal. Jugó en Copa Mercosur e hizo un gran partido ante Colo Colo en el Monumental, donde la UC ganó 2-0 con dos goles del Fantasma Figueroa. Ahí Edú probó desde lejos, metió pases largos, desbordó por la izquierda y hasta casi hace un golazo de volea tras pararla de pecho en plena área de Colo Colo. Ese fue su peak. Luego de ese partido bajó su nivel y fue reemplazado en la conducción por un improvisado Patricio Ormazabal, quien terminó compartiendo mediocampo con Cornejo, Lepe y Parraguez.
Para la Liguilla de Copa Libertadores los brasileños ya ni siquiera eran citados. Veían los partidos más importantes de su estadía desde las tribunas. En la ida de la final de la Liguilla ante la U, el Presidente de la Rama de Fútbol de los cruzados, Juan Carlos Benítez, era categórico. “Trajimos dos jugadores brasileños que vinieron en condiciones de muy bajo costo. Y por supuesto, todo lo que signifique un menor costo aumenta el riesgo. Toda incorporación de un jugador a un club distinto y a un país distinto tiene un grado alto de riesgo. Si eso se suma a que la inversión fue bajísima, por supuesto que el porcentaje de riesgo aumenta”.
Edú y Wagner (a esta altura no nombrarlos juntos sería un pecado) tampoco estarían en el partido de vuelta ante la U. Ahí la UC ganaría el cupo a la Libertadores por definición a penales ante una U que era campeón de ese torneo hasta el gol del Murci Rojas a Iquique. En la definición a penales de la Liguilla el héroe también fue un zurdo, conductor. Solo que no era el 10, sino que el 30. Un joven Rodrigo Ríos, quien había asumido la responsabilidad del último penal. Edú lo estaba viendo desde la tribuna. A esa altura ni siquiera lo debe haber celebrado. Estaba ahí, pero junto a Wagner ya estaban fuera de la UC hace varias semanas. Tras tantas oportunidades, se habían sacado solitos. No se salvaba ninguno. Es que Edú y Wagner no se venden por separado.