Si hoy le preguntamos a todos los niños santiaguinos, entre 4 y 10 años, de qué equipo son hinchas, muy, pero muy, pocos nos dirán que de Cobreloa. Quizás un 1%, con suerte. En los 80 y 90, el promedio de los niños que ni siquiera sabían lo que era Calama, pero eran hinchas de Cobreloa, llegaba a las dos cifras.
El mal proceso dirigencial de Cobreloa, sumado a la reducción de los aportes desde Codelco, han hecho que los de Calama se hayan transformado en poco tiempo en un equipo chico. Mucho más rápido que Magallanes y Santiago Morning pasaron a ser un poderoso de la liga local a uno que marca el paso.
Atrás quedó su recinto imbatible, donde Colo Colo no podía en partidos realmente importantes o donde los equipos que luchaban por el título se llegaban a orinar cuando veían que Cobreloa en Calama aparecía en el fixture de las últimas fechas.
La decadencia en Cobreloa comenzó a fines de los 90, tras la partida del proceso de Arturo Salah. Con él se fue la seriedad y comenzó la chacota. Fue el último gran intento de hacer un equipo realmente grande, el que era con Andrés Prieto, con Cantatore, incluso con el Negro Sulantay. Con Salah no resultó. Sin títulos, no hubo una base que lo solventara. Sólo el carisma, la suerte y el conocimiento del medio de Nelson Acosta hizo que los loínos resucitaran a mediados del 2000. Él y Luis Garisto (otro viejo zorro) fueron campeones 3 veces, sumando a los mismos refuerzos sin cartel que llegan ahora, pero que con ellos sí rindieron. Los desconocidos Darío Verón y Arcadio González, el suplente Boris González, los prometedores Jonathan Cisternas y Fernando Martel, y otros como Mauricio Dinamarca, Cristián Morán, Jaime González, más los caudillos Nelson Tapia, Rodrigo Meléndez, Luis Fuentes, Rodrigo Pérez, Fernando Cornejo, Patricio Galaz y José Luis Díaz le dieron un poco de aire a Cobreloa.
Pero el proceso hacia equipo chico, liderado magistralmente desde las oficinas por los dirigentes y sus malas decisiones, continuaba. No pudieron retener a jugadores clave tras torneos prometedores, se calentaron una y otra vez con el Fantasma Figueroa, vendieron a precio de huevo a sus grandes figuras, además de todas las peleas ordinarias, mataron la identidad del club. Para peor, desde el último título loíno pasaron DTs como Jorge Socías, Jorge Aravena, Raúl Toro, Javier Torrente, Rubén Vallejos, Jorge García, entre otros, muy lejano al Cobreloa de los 80 y 90, cuando siempre tenía el poder, futbolístico y económico, para convencer a los mejores DTs del mercado.
En ese proceso de caída libre han pasado cracks del fútbol chileno, como Barrios, Paredes, Sánchez, Vargas, Aránguiz, entre otros, sin embargo, tan angostas son las espaldas del club, que no bastó con tener a varias estrellas del fútbol chileno para obtener resultados.
Qué pena me da Cobreloa. Está a punto de descender a mediados del 2015. Ya en Primera B el panorama es mucho menos alentador. Qué jugador, con posibilidad amplia de elección, querrá ir a vivir un año a Calama para jugar un torneo donde no habrá TV ni cobertura periodística fuera de la Segunda Región. Muy pocos. Con suerte algunos históricos de los últimos años, aunque hace tanto tiempo que no pelean arriba, que ya no le quedan históricos activos. Si Puebla, Alarcón, Tábilo, Siviero y Osbén escucharan que estamos hablando de históricos, ya me hubiera llegado un combo, al menos del Gato.
Qué pena Cobreloa. Ya intentaron de nuevo con Acosta y no resultó. Hoy la altura no asusta a ningún futbolista chileno, tanto que Sampaoli quiere Calama para que la Roja juegue ahí y saque ventajas ante el resto. Ya no les queda peso ni dentro, ni fuera de la cancha. Con esos dirigentes, ya nadie los respeta.
Ojalá nuestros nietos no pregunten por Cobreloa como nosotros preguntamos hoy por cómo Magallanes pudo haber sido grande. Quizás la cura sea con aceite alcanforao, igual como sonaba esa canción entonada por trompetas en el viejo estadio de Calama. Ya ni eso se escucha en las canchas donde a Cobreloa lo han hecho hacer de local. Los dirigentes comenzaron matando al perro de la tía.