El Pelao De Luca nos salía hasta en la sopa. En el 92 jugaba los domingo por O’Higgins por el Torneo Nacional y los miércoles por Colo Colo en Copa Chile y Copa Libertadores. De Rancagua a Santiago, de Santiago a Rancagua, en una época donde el camino era más lento, pero donde al menos no estaba la tentación de quedarse en el Casino de Monticello.
En todos lados estaba De Luca. Pepero como los que ya no existen, era una habitual de los noticieros del fin de semana. Pase largo de Roque Alfaro, la pelota que pasaba por delante del poste del antiguo estadio El Teniente y gol del Pelao, excombatiente de las Malvinas. Si no había gol de De Luca, no había triunfo de O’Higgins.
El 92 fue el elegido por Mirko Jozic para reemplazar a Dabrowski, incluso aceptando esa condición de seguir jugando por los de Rancagua en el torneo chileno. Obvio, Colo Colo tenía a Morón, Rebollo, Borghi, Adomaitis, Barticciotto y el propio Dabrowski queriendo mantenerse en el fútbol. De Luca se las arreglaba para hacer goles en Santiago, en Rancagua y en donde jugaran sus equipos.
Todos los pelaos eran De Luca. Mi vecino era pelao y gordo y le decían De Luca. Mi tío era Pelao y viejo y le decían De Luca. En el país de los pelados, Gustavo hubiera sido el Pelao de Luca.
Es que crecimos viendo sus goles y sus compañeros de ataque. Memo Carreño y Moyano en O’Higgins 92-93, Otayarbide y Wilson Fre en Atacama 94, Corrales y Franz Arancibia en Temuco 95 y Manuel Neira en Everton 96. Antes había pasado por Wanderers (1987), Cobreloa (1988) y La Serena (1989-1990), además de otro paso por Wanderers en el verano de 1996, gol a Colo Colo en una Copa Chile incluido. Siempre el que resaltó fue el Pelao, con los otros grandes delanteros como actores secundarios.
El 97 andaba viendo fútbol. Adelante mío había un pelado alto que no dejaba ver a nadie. “Muévete Pelao De Luca”, le gritaban desde atrás. El más atrevido le tiró una botella de plástico. El Pelao saltó, cabeceó y la puso en un ángulo. Sí, era De Luca. “Weeena Pelao de Luca”