Dos temas aparecieron esta semana en el “mundo fútbol”. En Chile, el enojo del Sifup en contra de Leonardo Véliz y José Daniel Morón por las burlas a Paulo Garcés, un compañero de profesión. En España, el primer gol con la camiseta del Barcelona para Javier Mascherano después de 318 partidos jugados con la blaugrana (le faltan 501 goles para alcanzar a Messi).
El gol de Mascherano llegó en un 7-1 del Barcelona sobre el Osasuna y fue de penal cuando el partido estaba 5-1. Fueron sus propios compañeros y el grito de la tribuna los que llevaron al Jefecito a plantarse desde los doce pasos. Con ese tanto anotado, fuerte y al medio, dejó a Michael Reizeger como el jugador que más tiempo estuvo sin anotar en los catalanes. El holandés jugó 253 partidos y jamás marcó un gol.
En nuestro país, burlas de Leonardo Véliz al estilo “Garcés atajó la tele para el terremoto, pero se le soltó” o de José Daniel Morón diciendo que “Garcés no debería jugar más porque se manda cagadas, cagadas”, sorprendieron a aquellos que llevan por años escuchando que lo más noble del fútbol es el futbolista. Dos referentes albos dejaron atrás el análisis para destrozar a un jugador de su equipo. Mal ahí.
En 1995 estas dos historias se fundieron en una sola. El 27 de agosto de 1995 Colo Colo decretó la mayor goleada en su historia en el profesionalismo. Fue 10-0 ante Atacama en el Monumental. Pudieron ser 11, porque cuando el partido estaba 9-0 el meta nortino Guillermo Rojas, que además tapó varias durante el partido y se salvó en otras tantas, le atajaría un penal a Fabián Estay a los 86 minutos. Un penal con mucha historia.
Ese día debutaba Ivo Basay por Colo Colo y a los 56 segundos ya había convertido el 1-0. Luego vendrían los tantos de Espina, Basay, Miguel Ramírez, Espina, Estay de penal, Etcheverry de penal y Fernando Vergara.
Con el duelo liquidado 9-0, y con Atacama con dos jugadores menos por expulsiones de Luis Caballero y Miguel Candia, el árbitro Eduardo Gamboa decretó penal para Colo Colo por falta sobre Gabriel Mendoza a los 85 minutos. Tal como le pasó a Mascherano, desde la tribuna comenzaron a pedir al Rambo Ramírez. El arquero de Colo Colo, que había tenido un renacer en los albos tras ser suplente de Luis Barbat durante casi un semestre, había hecho eco del pedido popular. Además, Fabián Estay y Marco Etecheverry, los dos que habían convertido los penales anteriores, estaban dispuestos a cederle el tiro al Rambo colocolino.
Cuando el arquero iba por mitad de cancha, un grito medio “aguaranizado” se escuchó desde la banca de Colo Colo. Era Rogelio Delgado, ayudante técnico de Gustavo Benítez, quien le estaba prohibiendo a Ramírez ir a patear ese penal, lo que iba a ser el primer gol de su carrera. ¿La razón? El ex defensor de la U y hasta hace pocos meses rival de Ramírez en la cancha, sabía que en ese momento un penal ejecutado por el arquero era una humillación más grande para un equipo humilde que había viajado desde el norte, que estaba con dos jugadores menos y que ya tenía nueve goles en el saco. Además, el meta Guillermo Rojas, a pesar de todo, había tenido buenas intervenciones. No había para qué.
El Rambo escuchó a Delgado y entendió rápido, se excusó ante el público con un gesto y decidió volver a su arco. No hizo “la gran Mascherano” anotando su primer gol ante el pedido de la hinchada y la venia de sus compañeros, pero tampoco “la gran Véliz y Morón”, humillando a Guillermo Rojas, un compañero de profesión, el mismo que le atajaría ese penal a Estay. Igual luego vendría el 10-0 de Leonel Herrera y se acabaría el partido.
Hasta el día de hoy Guillermo Rojas recuerda ese encuentro por los 10 goles que encajó, pero también por el gesto de Marcelo Ramírez de entender el pedido de otros experimentados (además de Delgado, Espina también intercedió), retractarse a tiempo, y no patear el penal cuando tenía las jinetas para hacerlo. Compañerismo de profesión que escaseó en Chile por estos días.