Hoy, 20 de junio, cumpliría recién 50 años. Nació en Maipú, pero de Argentina. Eterno patrón de la zaga de La Serena en los 90, ciudad a la que llegó en 1992 para armar ese buen equipo de Castagneto, Juan Carlos Kopriva, José Luis Sánchez, el Kunta Cabello, Leonel Herrera, entre otros. Grandote, 1,85, de esos defensas al estilo Mario Lucca, con el que también compartió en 1997. Había que pasar por ahí.
Desde su partida, el 31 de julio de 2015, no hay año en que sus incondicionales no recuerden cómo era dentro de la cancha, pero también fuera de ella, donde se convirtió en jugadorazo. Hombre grande, guía de los más chicos. En La Serena le perdonan su paso por Coquimbo Unido en 1999. Apenas pudo volver, lo hizo. Se retiró con la granate en 2002. Es ídolo de la hinchada papayera, pese a su comienzo dubitativo. Es que era muy rústico, decían. Con el tiempo lo apodaron El Emperador.
Se formó en Independiente de Avellaneda, en años de Sergio Vargas, La Vieja Reinoso y el Bombero Ibáñez. Debutó ahí, haciendo dupla con Rogelio Delgado en su primer partido. Pasó por El Porvenir antes de recalar en Chile, donde hizo su carrera primero, y luego su vida, llegando a ser Jefe de Administración Municipal de la Municipalidad de La Serena tras estudiar Construcción Civil en Inacap. También las oficiaba de DT del buen equipo del Instituto Profesional Valle Central, pero su objetivo era perfeccionarse tras el retiro. Su sueño era ése. Hacer carrera en el servicio público, como ya la había hecho en los papayeros, con los que logró el título del Ascenso en 1996. El mejor zaguero de Primera B de ese año. Solo los más fanáticos vieron su gol Maradoniano del 7 de abril de 1996 en el 3-2 ante Magallanes. No hay registro.
En 2015 se lo llevó un cáncer, con el que luchó desde 2014. Fueron dos tumores en la cabeza que lo tiraron a tierra. Dio entrevistas hablando de su recuperación. Se estaba levantado, como se levantaba tras sus encontrones con el Fantasma Figueroa, Beto Acosta, Marcelo Salas, Fernando Vergara o el Candonga Carreño. No se le achicaba a ninguno. Rudo dentro de la cancha, amable y cercano fuera de ella. Le dieron la Medalla Ciudad de La Serena.
Le gustaba La Serena, decía que se parecía a Maipú. Cuando volvió a los granates en el 2000, el equipo estaba en la B, qué importaba. Era feliz ahí. Fue feliz ahi. Hasta el 31 de julio del 2015 cuando el maldito cáncer se lo llevó a los 45 años. Hoy cumpliría recién 50. Abrazo al cielo a El Emperador.