Los veranos de los Luis Casanova

Ese verano de 1998 Luis Casanova fue un visionario. Agarró sus cosas tras ser semifinalista de la Copa Chile con Temuco, y partió a Santiago para jugar por Palestino el Campeonato Nacional. A las pocas semanas sus excompañeros ya sufrían los estragos de la crisis económica del club sureño. Viajaban en micro, hacían “vaquitas” para pagar el peaje y comprar comida, no cobraban por meses, y les embargaban la recaudación. A fines de ese 1998 el equipo bajaría y entraría en receso por un año. Luis Casanova, por su parte, se transformaba en inamovible de Palestino cubriéndole la espalda al Coke Contreras. A Casanova lo había llevado Manuel Pellegrini, quien lo conocía desde O’Higgins. 

Veintiún años después fue su hijo homónimo quien dejó la Novena Región para probar suerte en Santiago. La apuesta resultó. En este inicio del 2021, poco menos de un año después de arribar a la U, Luis Casanova JR. se ha ganado todos los aplausos en una irregular Universidad de Chile. Le agradecen, le dedican cartas, se enojan porque no tiene la prensa de zagueros con más pelo o con acento ríoplatense.

El Casanova de la U, al igual que su padre, comenzó como un bravo volante de contención. Claro que lo suyo era la defensa. En ese puesto se lo imaginaba Marcelo Bielsa cuando lo nominó por primera vez a la Roja en 2010, con tan solo un puñado de partidos en O’Higgins. Lo citó para ser sparring en el Mundial de Sudáfrica, pero además le tendría un regalo. El 30 de mayo de 2010 sería parte de un día histórico de la Roja, el día en que Chile jugó dos partidos oficiales. El primero ante Irlanda del Norte en Chillán, y poco rato después ante Israel en Concepción. Sería en ese partido que Casanova debutaría oficialmente por la Roja con solo 17 años. Ingresaría a los 77 minutos por Rodrigo Millar para jugar como volante. El partido ante Irlanda del Norte lo había visto desde la banca.

Bielsa lo seguía teniendo considerado en lo poco que dirigió tras el Mundial, pero fue Borghi quien le dio los otros cuatro partidos oficiales que Luis Casanova tiene con la Roja, ahora sí jugando como defensa central entre 2011 y 2012. También lo llevó a la banca en las Eliminatorias a Brasil 2014. Apenas se empinaba por los 20 años y aparecía en todos los rankings de los zagueros que la Roja tenía en el futuro cercano. No sería así. “Yo vivía en una burbuja y en un momento se reventó la burbuja, tuve una lesión grave y pensé en dejar de jugar, me chocó mucho porque perdí todo lo que tenía”, contó cuando llegó a la U.

Casanova empezó a dar la vuelta larga. Primero en un equipo con pretensiones como la Unión Española del 2013, pero solo jugaría un partido. Luego sería el turno de Unión La Calera entre 2013 y 2015, en San Marcos de Arica, en la 2015/16, y Temuco, desde el 2016 hasta el verano 2020, donde disputó la Liguilla de Ascenso post Estallido Social.

Como su padre entre 1996 y 1998, había encontrado un lugar en Deportes Temuco, pero sentía que la etapa estival sería el momento ideal para cambiar de aires siendo figura. Nada menos que desde la Primera B a un grande de la Capital.

El arribo a los azules vino con algo de suerte. La partida de Lucas Alarcón y la lesión de Osvaldo González hicieron que la U saliera al Mercado con el torneo ya iniciado. Se la tenía que jugar por defensores que no hubieran actuado aún en el Torneo Nacional, por un chileno en el extranjero, o por alguien de la Primera B. Rápidamente apareció el nombre de Casanova por sobre el de Ramiro González. El DT Caputto quería al puntal temuquense en su equipo.

El 5 de febrero de 2020 se confirmó su llegada. Se vino manejando desde Temuco escuchando un partido de la U ante Inter de Porto Alegre en la Libertadores. Venía con la ilusión de llegar a un grande a los 27 años, tras 10 años de profesionalismo. Al comienzo le costó. Comió banca y vio como dos zurdos, Carrasco y Del Pino, conformaban la defensa ante la ausencia de Rocky González. Su momento iba a llegar y lo tomó. De a poco fue haciéndose inamovible en la zaga, ya sea como central derecho o izquierdo. Con Osvaldo o con Carrasco. 

Salta, mete, ordena. Le recriminan su contextura “ancha”, pero fue por eso que destacó desde pequeño. No le molesta para elevarse, en defensa y en ataque. Por ahora el hincha azul lo alaba y los dirigentes comprarán su pase. A ver si hay defensa para rato. Todos quieren que la golondrina, esta vez sí, haga verano.