José Percudani, Alejandro Kenig, Alejandro Glaria, José Cardozo y Juan Carlos Almada habían sido los delanteros extranjeros de Universidad Católica en los 90. En 1991 José Guillerno del Solar había querido traer a su amigo Andrés Balán González, peruano que incluso se probó la camiseta de la franja. No fructificó.
Almada es quien había dejado la vara muy alta. Vicecampeón de América en mayo de 1993 y máximo goleador del torneo. Ese segundo semestre de 1993 jugó casi a regañadientes, pelea con Jorge Vásquez incluida…y castigo de Prieto también. No era el mismo que arrasaba con todo desde la Liguilla Prelibertadores de 1992. Ese último semestre del melenudo argentino en la UC fue el gran semestre de Luka Tudor, el de los 7 goles a Antofagasta. Almada, antes de fin de año, concretaría su traspaso al Emelec de Ecuador por buenos 750 mil dólares de la época.
UC salía al mercado a busca un 9. Traería a Marcelo Corrales de Palestino y Daniel Hormázabal desde Iquique. Necesitaban un nombre rimbombante. Sonarían Carlos María Morales de Temuco y Walter Silvani de River Plate. Para volante, el del peruano Roberto Martínez de Universitario, Marcelo Fracchia y José Luis Sierra. El DT, tras la salida de Ignacio Prieto, sería Manuel Pellegrini, de correcta campaña en O’Higgins.
El gran nombre a traer durante gran parte del verano fue el del seleccionado argentino Alejandro Mancuso. Sin embargo, no prosperó un trueque con Boca Juniors por Sergio Fabián Vázquez, otro seleccionado albiceleste. La venida de un jugador xeneize a San Carlos de Apoquindo estaba calientita. No sería el volante de contención, sino que un centrodelantero de renombre, de los mejores del fútbol argentino y campeón de América meses antes con su selección: Alberto Federico Acosta.
El Beto se encontraba haciendo una buena campaña en Boca Juniors. Le había anotado a River Plate en un clásico y tenía serias chances de ir a la Copa del Mundo 1994. ¿Cómo lo convencieron? Primero aseguraron a su amigo Néstor Raúl Gorosito, y éste convenció al Beto para que lo acompañara. “Es un club soñado, un país hermoso”, le dijo Pipo. Gorosito era otro campeón de América de 1993, socio futbolístico de Acosta en San Lorenzo.
Ese año 1994 la UC ni siquiera jugaba Copa Libertadores. Lo que gustaba en los cracks argentinos era el proyecto para ganarla en 1995. Ya estaba Charly Vázquez. En 1993 habían estado ahí no más. Por eso Acosta y Gorosito conocían el club.
Pipo y Beto fueron presentados el mismo día de 1994. Se pusieron la camiseta sobre sus trajes tonos pasteles y no se la sacarían más. Desde la Copa Chile mostraron sus condiciones y lo de la temporada 1994 y 1995 ya está archiescrito. Se irían juntos a Japón a inicios de 1996, y luego volverían por separado. El Beto en 1997 para ser campeón, y Gorosito en 1999, donde tuvo seis meses extraordinarios junto a Sebastián Rozental, pero no alcanzaría.
La carrera de Acosta nunca estuvo a la baja. Volvió a San Lorenzo en 1998, luego iría a Europa, donde fue figura con el Sporting de Lisboa pese a las canas. Allá fue campeón de la temporada 98/99 con 22 goles en 33 partidos. Otra vez volvería a San Lorenzo para ser parte del plantel de Manuel Pellegrini que tenía a Bernardo Romeo y Raúl Estevez como titulares. Con la camiseta 20 fue uno más del titulo de la Mercosur 2001. Ya en 2002 terminó siendo el 9, emblema y goleador en la obtención de la Sudamericana. Se retiró marcando el gol 300 de su carrera. Más de cien de esos fueron en San Lorenzo. Ochenta y siete en Universidad Católica.
Para muchos el más grande 9 de la historia de los cruzados. Para otros, el mejor delantero extranjero en la historia del fútbol chileno. Eso es subjetivo. El dato objetivo es que hoy 23 de agosto de 2020 cumple 54 años. Acá lo recordamos a la rápida. El Beto tiene para un libro.