El Hijo del Viento (IV): Claudio Núñez, un Diablo nada egoísta

“En México soy ídolo y en Chile no”. La frase podría ser de Carlos Reinoso u Osvaldo Castro, pero es de un jugador mucho más cercano en el tiempo. Tampoco es de Humberto Suazo ni Alberto Quintano, porque esos son ídolos acá y allá. Tampoco es de Nacho Quinteros, Mancilla, Navia o Montecinos. A todos les faltó un poquito para ser ídolos, o al menos haberse mantenido más tiempo en un solo equipo.

La frase es de Claudio “Diablo” Núñez, para muchos el padre de lo que es hoy el Tigres de México, uno de los equipos más poderosos del continente, con un crack francés (Gignac) y el goleador y campeón de dos Copa América (Vargas).

En junio de 1996 el Tigres de Monterrey estaba en Segunda División del fútbol mexicano y necesitaba subir sí o sì. Para ello confió en el que fue elegido la revelación del fútbol chileno en 1995, a pesar de que jugaba en Segunda División: Claudio Núñez.

El Diablo había sido vital en el ascenso de Wanderers. En 1996 se juntó con Mario Vener, que venía de Atacama, y empezaron a romperla como dupla de ataque. Vener, que había peregrinado por varios equipos de Chile, se convertía por fin en goleador del fútbol chileno gracias a un compañero de ataque que de egoísta tenía poco y nada.

A mitad de 1996 Núñez elegiría la Segunda División de México para continuar su carrera. Ya había sido titular indiscutido en el Preolímpico de 1996 junto a Marcelo Salas en la ofensiva y obligando a Sebastián Rozental a jugar de volante. Poco después ya sería el tercer delantero de Chile, por sobre el mismo Rozental y por atrás de Zamorano y Salas.

Núñez, junto a Gabriel Mendoza, fue campeón y figura en el Apertura 1996/97 y el Clausura 1996/97 de la segunda categoría de México y automáticamente consiguió el paso a la Primera División. Tal como lo había hecho con Wanderers, pasaba de ser figura en Segunda División a estelar en Primera División sin que el poncho de diablo le quedara grande.

1997 fue su año. Aprovechó las constantes lesiones de Zamorano y Salas para convertirse en delantero titular de la Roja rumbo a Francia 1998. Fue figura ante Venezuela, opacado por los 5 goles de Zamorano, fue clave en Ecuador para el gol de Salas y fue figura ante Uruguay en Montevideo, aunque desperdició una clara chance de gol. Cuando faltó en las últimas fechas se sufrió ante Argentina en el Nacional y Vega tuvo que jugar arriba. Después de eso apareció Rodrigo Barrera ante Perú y Bolivia y arreglaría en algo el problema.

Ese 1997 fue clave también porque comenzó a sonar en el extranjero. César Luis Menotti lo quería para su Sampdoria, pero el paso del Flaco por el catenaccio duró poco, lo mismo que el sueño de Núñez por jugar en Europa.

En 1998, a pocos meses del Mundial, Núñez necesitaba recuperarse de su lesión para llegar a la cita en Francia. Además de Zamorano y Salas, se le había metido Barrera, se recuperaba Rozental y estaba Carreño y Neira. Núñez la tenía complicada, pero se había ganado un espacio en cancha y Nelson Acosta estaba dispuesto a respetárselo.

A comienzos de 1998 se cortó el pelo y se vino a Católica. Tuvo un par de buenas participaciones en la Copa Libertadores, pero estaba muy lejos de su nivel. Aún así Acosta seguía llamándolo en la previa y Núñez le respondió con un gol en el 1- 0 ante Lituania el 29 de abril de 1998. Faltaba poquito para el Mundial y Núñez estaba ahí. Finalmente Acosta decidió llevar solo cuatro delanteros (Zamorano, Salas, Barrera y Neira) y tres arqueros, en una época en donde no era obligatorio llevar tres porteros y las listas eran de 22 jugadores y no de 23.

En 1999 volvió a Tigres y siguió agigantando su figura en Monterrey. Volvió a la Roja y estuvo en la Copa América de Paraguay. En 2001 partió a Arabia y el 2002 volvió a Tigres. Luego Puebla, Arabia y Wanderers, y otra vez a Tigres. Luego Unión Española, Tigres Los Moches, Everton, y otra vez a Tigres. Entre medio estaría en los peores momentos de la Roja rumbo a Corea-Japón 2002. Cuando nadie quería venir, él estuvo casi siempre. Ya no era un puntero veloz, más bien un cuarto volante que se dio el lujo de estar en el Chile-Francia de 2001 con triunfo para la Roja.

Tigres era su casa y ahí se despidió del fútbol. El 2009 hizo su despedida y fueron 40 mil personas solo para darle el adiós. Salió en andas en un partido que se le ganó 4-2 al Monterrey con dos goles de él. Dicen que es uno de los grandes ídolos modernos del club, junto con Robert Siboldi y Walter Gaitán. Es el máximo goleador en los clásicos regiomontanos y hasta estatua le querían hacer. Se radicó en México y es voz autorizada como comentarista. Algo habrá hecho y es bueno contarlo.