Diego Valencia, el pepero salvatécnicos

Héctor Robles se fue eliminado en primera fase en dos Sudamericanos Sub 20  siendo DT de la Roja. Ambos torneos con un equipazo, el segundo de ellos en Chile 2019 tras el desastre de Ecuador 2017. Que el Choro Robles pudiera dirigir su segundo sudamericano consecutivo se debe en gran parte a la figura del momento: Diego Valencia.

Era junio de 2018 y la selección Sub 19 de Chile disputaba en Cochabamba los Juegos Odesur. Fútbol, como disciplina, básicamente servía como preparación para el Sub 20 que se realizaría seis meses después en Chile, y que daría cupos para los Panamericanos y los Juegos Olímpicos.

La Roja de Héctor Robles fue con lo mejor que tenía. Tomás Alarcón era el primer central acompañando a Ignacio Tapia, el Nacho Saavedra  ocupaba el mediocentro. Nico Fernández y Alex Ibacache eran los laterales, Luis Ureta el arquero, Ariel Uribe el nexo, Marcelo Allende el creador, mientras que los entonces punteros Antonio Díaz y Gabriel Rojas (hoy laterales), más Nicolás Guerra, iban en ataque. En la banca, el rancagüino David Salazar y el cruzado Diego Valencia. Ellos, más el Tucu Sepúlveda, Esteban Valencia, Víctor Méndez, entre otros.

Con Robles muy cuestionando, y con dirigentes e hinchas esperando un nuevo fracaso para sacarlo del cargo, la Roja comenzó a avanzar en un torneo que no tuvo ni a Brasil ni a Perú, y en donde pasaban dos equipos de cada grupo de cuatro. La Roja fue segunda de Argentina y dejó en el camino a Venezuela y Bolivia. En semis, Chile derrotó a Colombia, primera de su grupo, y se llegó a una final con la Uruguay de Brian Ocampo, el crack del Nacional que enfrentó a la UC. La Celeste había derrotado a Argentina.

En el duelo por la medalla de oro ante los charrúas tuvieron que pasar 115 minutos, es decir, un partido completo, un tiempo de alargue, y diez minutos del segundo adicional, para que el espigado Diego Valencia conectara de cabeza un centro de Ibacache y le diera una medalla dorada y un respiro a Héctor Robles, a quien ya le buscaban reemplazante.

Valencia fue el héroe en los Odesur, pero de igual forma quedó afuera de la convocatoria oficial para el Sudamericano Sub 20 a disputarse en Chile. Eso hasta que a última hora el nueve titular, Nicolás Guerra, quedara afuera del certamen y le dejara el cupo, y la camiseta número nueve, al Pollo de la UC. Esta vez Diego Valencia no salvaría a Héctor Robles del despido tras irse en primera ronda de su propia casa. La fase final no tendría a Chile disputando cupos panamericanos y olímpicos en su país. En la ANFP corrían en círculos.

Poco más de dos años después, y cuando varios pedían la cabeza de Gustavo Poyet en la UC, otra vez Diego Valencia salvó el puesto de un entrenador. Primero para dar aire en el partido ante Nacional de Uruguay en San Carlos de Apoquindo, y luego para repetir su dosis goleadora ante Atlético Nacional. Primero viniendo del banco, recostándose a los costados. Después de titular, como nueve pepero de área, el lugar donde le gusta jugar, pero donde tiene a Fernando Zampedri como indiscutido.

El buen momento de Diego Valencia, y también el alza de Luciano Aued, trajo de vuelta la discusión de los chaqueteros. Los que confunden “jugó mal” con “es malo”. Lo cierto es que Diego Valencia si ha acallado bocas. Mientras el volante argentino tuvo un bajón y se recuperó, el delantero chileno fue pura alza en su rendimiento en comparación a lo que era pocos meses atrás. Demostró que sí puede jugar en un club grande y, más aún, ser exportable. Que puede aguantar, pelear con defensas de roce internacional, pivotear, bajar e ir a las orillas, pero como parte del juego, no como obligación táctica.

Valencia es un delantero con un físico no habitual en el fútbol chileno, de movimientos no tan ortodoxos como un atacante de varios centímetros menos. De juego más parecido a Peter Crouch, más cercano al Polaco Dabrowski que al Polaco Goldberg, pero al que hasta ahora han obligado a satisfacer ambas necesidades, la del centrodelantero y la del puntero. Si hasta de interior derecho, el puesto de Marcelino y Pinares, lo han hecho jugar.

Llega la hora de la definición de Valencia. Puede ser el gran nueve de la UC o seguir rezando para que no traigan a otro centrodelantero, como cuando le pusieron por delante a Duvier Riascos para competir con Sacha Sáez. También puede seguir esperando por una ausencia de Zampedri, o demostrar que puede jugar con él sin la obligación de ir siempre hasta la orilla. Un Norambuena-Gabrich, un Acosta-Tudor, un Almada-Cardozo. Siempre con un poquito de sacrificio, el sacrificio que Valencia demostró tener, y con el que ya ha salvado varias cabezas. Ahora que salven la de él, pero sin mandarlo a la orilla.