Chaqueteros, agrandados y alemanes

Acá en Alemania, en Bielefeld, unos amigos alemanes llegaron justito a jugar su Xperto. En la oficina de apuestas cerraban a las 10 de la noche, tipo 16:00 horas de Chile, y ya casi no quedaban partidos por jugar. Habían dos duelos que aún no comenzaban, el de Estados Unidos con Jamaica y el de Perú ante Chile. En el de la Copa de Oro hubo algunas discusiones, pero en la Copa América no hubo doble lectura: todos pusieron ganador a Chile.

Apremiado por la hora, uno apostó de inmediato a Estados Unidos y a la Roja. Nunca en su vida había escuchado Jamaica (no fumaba, ni tomaba), y se la jugó por los gringos, que al menos los identificaba en el mapa. En el Chile y Perú tampoco hubo muchas dudas. Vio que Guerrero quizá era mejor que Vargas, pero luego leyó Vidal, Sánchez, Medel, Isla y Aránguiz y se volvió loco. De Perú no conocía a nadie más. El tipo no era agrandado, solo vio que de “jugar a jugar” Chile era mejor que Perú y marcó la casilla chilena. De agrandado nada, el tipo es un alemán de Bielefeld que quería multiplicar su apuesta y se fue a la segura.

El otro también le apostó a Chile, aunque aprovechó los minutos en que el otro alemán pasaba su cartilla jugada a ojos cerrados para procesar mejor la información. Vio que en el último partido amistoso, jugado en EEUU, los peruanos golearon a la Roja, pero no leyó varios nombres clave en Chile. Faltaban Aránguiz, Beausejour, Vargas, Sánchez, Pulgar y otros más, además que Medel aparecía en el mediocampo y no en la defensa, zona donde lo había visto desde Sudáfrica 2010. Estaba Matías Fernández, pero luego averiguó que actualmente jugaba en el Junior de Barranquilla y se terminó de convencer. “Ese resultado fue engañoso, Chile estaba con suplentes”, dijo. Apostó por Chile. No era un agrandado. ¡Qué va a ser agrandado!, si es un alemán que vive en Bielefeld, y relaciona a Chile con un ají y no con un país.

El otro alemán era más futbolizado. Allá a miles de kilómetros leía y veía fútbol sudamericano. El tipo sabia que Chile venía de varias incoherencias. Conocía a Marcelo Díaz desde el Hamburgo, pero entendía que ya no lo llamaban por viejo. Eso hasta que vio a Pedro Pablo Hernández y Esteban Paredes en su álbum Panini. 

También sabía de Junior Fernandes y Angelo Sagal, pero porque los vio de Trendig Topic y entendió que eran los regalones de Reinaldo Rueda. Fue a una nota en la web y vio que el titular era “Junior y Sagal serán siempre titulares conmigo”, según palabras del DT colombiano. Ahí comenzó a sospechar de las incoherencias de Rueda, pero no se preocupó en demasía.

Este futbolero seguía a Pulgar, figura en Bologna, pero no lo veía mucho en los amistosos de la selección chilena. En su puesto, en los duelos jugados con el “Profe” en la banca, siempre estaban Medel, Lolo Reyes o Pavez, y hasta Hernández con Aránguiz. En esas revisiones, además, veía mucho a Vidal de 10. ¿Y de dónde Vidal es 10?, se preguntaba en su alemán enojado.

Ya en la Copa notó que Medel había vuelto a jugar atrás, que Pulgar era titular, que Vidal no era 10, sino que interior izquierdo, su puesto. Además, habían regresado Fuenzalida y Vargas en ataque. Vio los resultados anteriores a la semifinal y lo asoció a que estaban con piloto automático, que jugaban con lo aprendido con Sampaoli y al rato que se pusieron a jugar estando Pizzi como DT. Agarró la cartilla y le puso a ojos cerrados a Chile. ¿Agrandado? Para nada. Sabía que ese 11 jugaba de memoria, hasta si los dirigía un alemán de Bielefeld. El tipo quería ganar plata y confiaba en los jugadores, no en el DT.

Hoy los alemanes trasnocharon para ver el partido.  Allá  en  Bielefeld es verano, tipo 2:30am todavía hace calor, y ver la Copa América con unas buenas cervezas locales es un planazo. Rápidamente se sorprendieron con el gran nivel de Perú y con el bajo nivel de las “superestrellas” chilenas: Vidal, Medel, Aránguiz y Sánchez.  

Aguantaron despiertos solo hasta el 2-0, ya  las 4am en Europa. Antes de dormir, el que había apostado más dinero no lo podía creer Era como que Alemania perdiera una semi con Dinamarca, Bulgaria, Austria o algo así. No era un resultado lógico. El tipo le había apostado los ahorros, pero porque era lo obvio, no por “agrandado”.. No inventaba el agua diciendo que Chile le ganaría a Perú. 

Sus amigos teutones lo apoyaron, le dijeron que era parte de lo impensado del fútbol. Antes de dormir, el tercero de los amigos, que también le había apostado a Chile, lanzó un: “Yo sabía que no había que estar tan confiado, a ese DT aún le falta definir una identidad propia. Esta vez se la jugó por la fácil, por lo conocido, y no le resultó” Ese alemán le había apostado a nuestra Roja por historia, por memoria emotiva, porque conocía esas ganas de ganar de la Generación Dorada. Del trabajo de Rueda solo sabía que había corregido sus errores del comienzo.

Quizá era por el sueño, pero nadie de sus amigos le dijo “chaquetero” por apostar por Chile, pero no confiar en el DT. Es que en Alemania no existe la palabra “chaquetero”.