Ese partido se había jugado el domingo. Quizá el sábado. En una de esas hasta el viernes en la noche. Había que estar 24/7 pendientes de la radio, los diarios y la TV para saber uno que otro resultado del fútbol argentino. A Chile el partido llegaba con 50 horas de retraso. Eso si es que se había jugado el domingo. Se televisaban los martes por la noche. Tarde, muy tarde. Era 1992, cuando la mayoría de las casas tenía un solo televisor. Un televisor para ver a Javier Miranda en Martes 13, con la familia reunida frente a la TV. Cuando comenzaba la cortina musical en UCV, en Canal 13 recién estaban presentando al Pepe Carrol de turno, el show que cerraba el programa cada martes.
“Ojalá Tito Awad y los Mimica (Vladimiro y Miroslav) hablen harto en la introducción”, pensaban los futboleros de la casa. Quitarle la TV a la mamá o a la abuela antes de que Pilar Cox despidiera el programa era una verdadera odisea. “Ya nos llega el satélite”, decía Awad muy descaradamente. ¡Mentira! El partido se había jugado el domingo, dos días antes. Daban las formaciones y Martes 13 seguía dando la lata. Ya no nos habíamos enterado si Luka Tudor estaba jugando o si había ido a la banca. Había que mamarse 90 minutos sin saber si el chileno iba a jugar. “¡Se acabó Martes 13!”, decía mi papá. Había que cambiar del 13 al 5 el televisor a perilla. 13, U, 2, 3, 4 y 5 llegábamos a UCV.
No había reloj marcador en la pantalla. El partido estaba en diferido y además cortado. “Ahí hay un rubio, ahí esta Tudor”. decía el viejo. “No papá, esta jugando muy atrás, no es él”, le respondía el cabro chico “La lleva Lunari”, decía Vladimiro. “Ah, no es Tudor, es Lunari. Es bueno ese Lunari”, replicaba el papá. “¿Te gustaría para la Católica?”, comentaba el niño un año antes de la Libertadores del 93..
Por Boca Juniors estaba Navarro Montoya, Soñora, el colorado Mac Allister, Giunta, Giuntini, Beto Márcico y el paragua Cabañas. Equipazo renovado después de la semifinal de la Libertadores 91 que perdieron con Colo Colo.
Ya era tarde. Boca cero, Newell’s cero. En la TV no decían si Tudor estaba en la banca o no. Quizá ni siquiera ellos sabían. En ese tiempo lo más tecnológico era un operador de cable malo y unos celulares gigantes. Awad y Miroslav Mimica hacían más lenta la transmisión, Vladimiro le ponía un poco más de color, pero algunos jugadores se le iban en collera. En Ñuls habían tantos defensas jóvenes que para él eran todos iguales: Pochetino, Gamboa, Berizzo, D’agostino, todos lo mismo.
El partido avanzaba mientras pasaban más tiempo anunciando el fútbol brasileño con Jorge Aravena en el Portuguesa que relatando la habilidad del Tata Martino. El fútbol brasileño iba a ser el miércoles, porque el jueves tocaba Bundesliga. Ese jueves se enfrentaba Bruno Labbadia contra Chocolate Chapuisat. Ese partido si que era antiguo. Entre medio ya habían jugado hasta Copa UEFA.
El sueño ya nos vencía, a mi papá y a mí. Tudor no iba a jugar. Ya habían agotado los dos cambios en Ñuls. Había entrado Alfredo Damián Mendoza por Domizzi y un joven llamado Gabrich. Era la última apuesta de Bielsa. Había salido Saldaña. “Se parece al de los 3 chiflados”, dijo mi papá. Los había estado viendo en la tarde en UCV.
El partido terminó. Empataron cero a cero. Hay que ser muy fanático,o muy desconectado, para ver un partido diferido que terminó cero a cero. Mi papá volvió a poner la tele en el 13. Estaban terminando “Los Años Dorados”.