Rescatar puntos en Osorno a mitad de los 90

Sí, se agradece que hoy el 90% de los estadios de las dos máximas categorías del fútbol chileno estén en óptimas condiciones e incluso puedan albergar sudamericanos o mundiales juveniles. Pero como siempre hay que quejarse en algo del progreso, lo negativo de todas las remodelaciones es que se perdieron canchas donde los grandes, y no tan grandes de Santiago, les daba pánico jugar. Temuco, Puerto Montt, Concepción, Calama, Atacama, Antofagasta o Iquique eran estadios donde la misión uno era salir con algún puntito.

Hay una cancha que hoy no está en Primera ni en Primera B, pero donde sí Osorno logró su paso a la Segunda División Profesional tras ganar la Tercera A. Si había un estadio donde había terror de jugar era en el Parque Schott. Un poquito de lluvia y el barro hacía de las suyas en un recinto parecido a los de esos equipos de divisiones menores de Inglaterra que compiten en la FA Cup.

Para Salah, Socias, Hernández, Pellegrini, Carvallo, Benítez o Miguel Russo, ir a jugar a Osorno entre las temporadas 93 y 98 eran puntos que prácticamente había que dar por perdidos. Con ojo de lince los dirigentes sureños elegían jugadores que le sacaban provecho a ese tipo de cancha barrosa. Entre esos años llegaron los arqueros José Daniel Morón, Javier Sodero y Hernán Caputto; los defensas ítalo Díaz, Hernán Peña, Víctor Barría, entre otros; los volantes Mario Vanemerak, Luis Medina, Jaime Aguilar, José Luis Díaz, Francisco Ugarte; y los delanteros Roque Burella, Pedro González Pierella, Sergio Gioino, Marcos Lencina, Marcelo Corrales, Pablo Andrés Bullentini, Mauricio Giganti o Cristian Calabrese. Con televisión abierta dando los partidos ante Colo Colo, la U o la UC en el Parque Schott, las figuras taurinas se agrandaban y le peleaban de igual a los Leo Rodríguez, los Espina, Gorosito, Acosta, Rozental o Marcelo Salas. Podían ir últimos, pero no iban a desentonar en los partidos más esperados del año por la gente de la décima región. Hasta las lecheras aprovechaban las pantallas de Mega o TVN para pasear a sus vacas en el entretiempo. Algunas hasta las rifaban.

Los rendimientos de 1995, 1996 y 1997 fueron superlativos. Por esos años se eligió muy bien y a la larga terminaron poniendo a Luis Medina, Marcelo Corrales e Ítalo Díaz (lo vieron en Santa Cruz) en la selección chilena, a José Luis Díaz en la UC y Cobreloa, a Gioino en el Palmeiras, a Jaime Aguilar en Cobreloa y a Pedro González Pierella, nada menos que en Boca Juniors sin escalas. Esos fueron los años de Óscar Cacho Malbernat a cargo del equipo, un DT de la escuela de Carlos Bilardo, bien arropadito atrás y con salida explosiva.

A dos fechas del final de este torneo, cuando los rivales de los líderes buscan que éstos se caigan, cuánto se extraña un partidito en el Parque Schottt. Hoy esos estadios están en perfectas condiciones y la TV ya no es un plus para sobresalir. Fue un hándicap que se llevó el progreso y que agradecen los grandes de Santiago. Hoy los estadios no son factor para definir a un campeón. Algunos piden que las remodelaciones también lleguen hasta el Colegio de árbitros. A veces son bien vacas, como las del Parque Schott a mitad de los 90.