Mario Lucca: Un lujo para el fútbol chileno

Capitán en un equipo que tenía a Ubaldo Matildo Fillol, campeón del mundo en 1978, y a Óscar Ruggeri, campeón del mundo en México 1986. Ese era el nivel del líbero que había contratado Unión Española en 1992. Era Mario Bruno Lucca, capitán del Vélez Sarsfield que en diciembre de 1990 le quitó el campeonato a River y se lo dio en bandeja al Newell’s de Marcelo Bielsa, el de “Ñuls carajo”. Ese fue el último partido profesional de Fillol, ídolo de los Millonarios, pero que se retiró privándolos de un título. Con 40 años jugó un partido perfecto para Vélez. Le atajó un penal al Polillita Da Silva, tapó varios mano a mano y fue calificado con 10 por todos los diarios del país.

El Patón Lucca era un recio defensor central que llegó a Atlético Tucumán en 1979, donde también podía ser lateral derecho. En 1982 fichó por Nueva Chicago y en 1984 pasó al clásico barrial, Vélez Sarsfield. En 1988 representó a Argentina en los Juegos Olímpicos de Seúl, ya como uno de los zagueros transandinos más respetados del medio. Su debut en la selección adulta siempre estuvo a un paso. Nunca se dio.

A inicios de 1992, en un gran momento de su carrera, decidió cruzar la Cordillera y venir al fútbol chileno. A Vélez había llegado el técnico Eduardo Luján Manera y se había llevado a Roberto Trotta desde Estudiantes, ofreciéndole camiseta de titular. Para el capitán Lucca fue una falta de respeto. Sonó en Colo Colo, pero los albos decidieron seguir la negociación con Mario Rebollo. Entre 1991 y 1992 llegaron a canchas nacionales zagueros de la talla de Rogelio Delgado a la U, Juan Carlos Segovia, ídolo y capitán de Deportivo Español, quien fichó en Everton. Remigio Fernández a Antofagasta, Héctor Correa a Concepción, Jorge Pautasso, a Antofagasta primero y Temuco después. Luis Carlos Robles, con paso en Independiente, y que llegó a La Serena. Se mantenía otro exRojo, Rubén Tanucci, y José Guillermo de Solar, por ese entonces defensor central que se iría de la UC tras la Libertadores de 1992. También estaban Juan Alvariño, Víctor Hugo Amatti, estuvo Fabián Mauri en Cobreloa, Carlos Russo en Unión Española, entre otros.

Lucca era uno más, pero no era uno más. Con 31 años pudo fichar en cualquier club argentino, pero se decantó por Unión Española. Tenía sangre chilena por el lado materno y prontamente tomó la nacionalidad chilena. Eran años de bonanza para el fútbol nacional. En Chile Lucca hizo la última parte de su carrera, desde 1992 hasta 1998. En los hispanos, entre 1992 y 1994, compartió zaga con Richard González, Juan Rivera, Marcelo Zunino, Jorge Pellicer, Juan Carlos González, Fernando Astengo, Edgardo Fuentes, Ricardo Rojas, Claudio Vásquez, Fernando Sanz y Claudio Figueroa, cuando Acosta lo usaba de stopper. Siempre terminó jugando él gracias a su voz de mando y su estampa dentro de la cancha. Defensor fuerte, pero no mal intencionado. O sea, con los riesgos que corre todo defensor central. Tiene peleas memorables con el Coca Mendoza y con un periodista radial luego de perder en San Carlos de Apoquindo.

Vicecapitán de Marcelo Vega primero y de José Luis Sierra después, bicampeón de la Copa Chile 1992-1993 y cuartofinalista de la Copa Libertadores de 1994. A fines de ese año, ya con la capitanía heredada del Coto, terminó su ciclo en los de Santa Laura, no sin antes ponerle el apodo de Pony a Rodrigo Ruiz. En 1995 fichó en Temuco, reencuentro con el manteca González, desde donde salió a mitad de 1996. En 1997 ya estaba en La Serena y en 1998 en Audax Italiano, coincidiendo otra vez con Zunino y gritoneado por el veterano arquero José Daniel Morón. El Cacho Malbernat le dijo que no seguría contando con él. Para Lucca no fue tema, se lo dijeron de frente.

En 1999 esperó hasta que cerrara el libro de pases del segundo semestre para dar el adiós definitivo a la actividad. Estuvo cerca de Coquimbo Unido, La Serena y Unión Española, ese año en Primera B. En los Piratas faltó plata, en La Serena lo quería el DT, pero le pasaron la cuenta por apoyar el paro en 1997, pese a estar con los sueldos al día. En los hispanos lo quería el presidente Jesús Goya, pero el DT Juvenal Olmos no tuvo mayor interés. Una nota en la Don Balón anunció la decisión del retiro. Silenciosa, sin bombos ni platillos, tal como se gestó la llegada del capitán de Fillol y Ruggeri hasta Unión Española en 1992. Un lujo.