La Copa Sudamericana que no pudo disfrutar

La historia de Guillermo Marino con la U tuvo de todo. Bueno, la historia de Marino en general. Ha sido raptado por ovnis y hace unas temporadas fue incluido en el cuerpo técnico de Beccacece en Racing como “aguatero”. El “Guille jugador” llegó a la U después de la tremenda Libertadores del 2010 con Gerardo Pelusso. Venía con un gran cartel. Figura del Newell’s campeón, y exjugador de Boca Juniors. Junto a él arribó Emanuel Centurión, un carrilero zurdo, exseleccionado de Bielsa en Argentina que explotó en Vélez Sarsfield y con paso por Independiente.

Llegaron juntos y se iban a ir juntos. Jugaron poco y nada con Pelusso, y se iban a convertir en los primeros cortados de Sampaoli pocos meses después. En esa lista también estaban los referentes Olarra, Iturra, Nelson Pinto y Rivarola. Éste último se salvaría primero. Con el correr de los días Sampaoli hablaría con Marino, que tenía vacaciones obligadas. Lo iba a tener en cuenta, pero primero tenía que hacer la pretemporada que se había perdido. El torneo comenzaba. A última hora se iba Victorino, llegaba Marcos González y Johnny Herrera. Marino entrenaba, Olarra partía a Unión Española. Iturra y Centurión no tenían club. Eran las decisiones de Sampaoli que los hinchas recibían de mala forma. Le fueron a dejar una corona de flores al CDA mientras Marino se preparaba en sus instalaciones para convencer al DT.

El Guille entrenó y entrenó. Tanto Pelusso como Sampaoli lo habían diagnosticado como un jugador lento, muy lento, con poco ritmo. Debía mejorar en lo físico para pelear el puesto con Matías Pérez García, el 10 de esa U. La misión no fue difícil. El Guille se convirtió en el conductor del equipo campeón del Apertura 2011, un equipo que se movía entre el 4-2-1-3 y el 3-3-1-3. Marino siempre fue ese “1” tras los delanteros. Seymour y Aránguiz le cubrían la espalda cuando al Príncipe no lo hacían jugar de carrilero derecho con Matías Rodríguez de stopper. De a poco también se metía en el mediocampo un renacido Marcelo Díaz. Su protagonismo vendría en el segundo semestre tras la partida de Seymour a Italia.

Pero como Díaz agarraba camiseta, Marino la perdía. En la Sudamericana 2011 solo pudo estar en los partidos ante Fénix de Uruguay. Una lesión, debido al esfuerzo por no hacer la pretemporada a la par, lo sacaría para todo el segundo semestre, lo que obligaría a Sampaoli a cambiar el esquema al recordado 3-4-3 de Herrera; Osvaldo, Marcos González, Pepe Rojas; Rodríguez, Aránguiz, Díaz, Mena; Vargas, Canales y Castro. El refuerzo Gustavo Lorenzetti también tuvo protagonismo, pero no le alcanzó para ser el reemplazante indiscutido de Edson Puch. A Sampaoli le gustaba Tobi Castro.

Marino celebró el título de la Sudamericana y el bicampeonato de 2011, pero sabía que su incidencia había sido mínima. En 2012 venía la Copa Libertadores y Sampaoli se llenó de refuerzos. Llegó Pedro Morales, Emilio Hernández, estaba Lorenzetti, Aránguiz jugaba de nexo. La debilidad de la U era Sebastián Ubilla, y los azules ofrecieron a Marino a Wanderers en parte de pago. El Guille pidió quedarse, se tenía fe. Los primeros semestres eran lo suyo y se transformó en figura de la U que alcanzó el Tri ante O’Higgins tras la eliminación de la Libertadores ante su exequipo, Boca Juniors. A mitad de esa Copa había arribado Ubilla sin necesidad de dar a Marino. La apuesta resultó. El argentino haría el gol clave de la final para forzar los polémicos penales.

Tras las semis de la Copa y el Tri, ese segundo semestre del 2012 fue bajo para toda la U, marcado por la siempre inminente partida de Sampaoli a la Roja. Marino destacó, se echó el equipo al hombro y el 2013 fue de lo mejorcito de la U de Darío Franco. En Argentina, durante la Copa Libertadores, fue ovacionado por la hinchada de la U y la de Newell’s. Pese a ganar en Rosario con gol de él, esa Copa estuvo muy lejos de conseguirla. Se quedó solo con la Sudamericana 2011, la Copa internacional que ganó, pero que no pudo disfrutar.