El Tigre en el León: a Traverso había que tenerle paciencia

Rogelio Delgado parecía viejo y pesado, algo gordo quizá. En octubre de 1994 había cumplido 35 años y en diciembre de ese año se había convertido en campeón con la U después de 25 temporadas de sequia de los azules. Esa había sido la última campaña profesional del paraguayo, pero también una de sus mejores. Meritorio para un defensor que había sido capitán de Paraguay en México 1986 y campeón de la Libertadores, Interamericana e Intercontinental con Olimpia en 1979. “Chocar con él era como chocar con una muralla”, decían los defensores que lo enfrentaban en 1994.

En 1992 Delgado había llegado a la U desde Independiente de Argentina para reencontrarse con Sergio Vargas, quien venía desde Emelec, pero había estado con el paraguayo en los Dablos Rojos. Estuvieron tres años juntos en la U y fueron la base de tres buenas campañas (1992, 93 y 94). Fueron los únicos titulares que se mantuvieron las tres temporadas en una defensa por donde pasaron José Díaz, Gabriel Galindo, Cristián Castañeda, Cristián Mora, Luis Abarca, David Gómez, Ronald Fuentes, Cristián Romero, Hernán Peña, Fabián Guevara y algunos juveniles.

A fines de 1994 Rogelio Delgado decidió colgar los botines. Gustavo Benítez, su ex compañero en Olimpia de Paraguay, recalaba en Colo Colo y necesitaba a alguien experto en el medio chileno para integrar el cuerpo técnico junto a Gualberto Jara. Delgado, con 35 años, prefirió eso antes que disputar la Libertadores 1995 con la U, en la que tenía camiseta asegurada.

El DT Jorge Socias la tenía difícil. Debía reemplazar al último gran símbolo de la defensa azul para que acompañara a Ronald Fuentes en la zaga. El Lulo miró hasta Argentina y encontró a un joven defensor central de 22 años, que había debutado a los 18 con Argentinos Juniors en 1990. Melenudo, como buen argentino de comienzos de los 90, venía con el apodo de Tigre. Los hinchas azules lo miraban con recelo, con temor de que se convirtiera en un nuevo Javier Baena, un central de proyección traído por Colo Colo en 1993 desde Platense y que estuvo dos temporadas sin poder hacer gran historia en los albos, pese a ser campeón en su primer año. El parecido físico, como su pasado inmediato en Argentina, era similar.

Socias de inmediato le dio titularidad a Traverso. La defensa no solo debía reemplazar a Rogelio Delgado, sino que también a Fabián Guevara, quien había partido al Monterrey de Arturo Salah. Para el carril izquierdo había llegado Miguel Ponce. Traverso comenzó con dudas, con muchas dudas. Castañeda y Fuentes, los sobrevivientes de 1994, seguían firmes. Traverso y Ponce sufrían con la transición y Luis Abarca con Crisitián Romero estaban al aguaite. En Copa Chile, Libertadores y Torneo Nacional comenzaron a alternar. Los refuerzos no estaban dando el ancho.

En aquella Libertadores de 1995 se sufrió un golpe duro. Después de estar casi clasificados a segunda ronda, resignaron puntos ante Católica y Atlético Nacional jugando en el estadio Nacional y debieron ir a repechaje con la UC. Ahí la UC se dio un festín goleando 4-1 con gran actuación de Alberto Acosta. La defensa de Universidad de Chile fue un flan que no pudo sostener Sergio Vargas. Se notaba mucho que ya no estaba su compadre Rogelio Delgado.

La eliminación le quitó presión, le alivianó el calendario y le dio un empujón a los azules. Para el segundo semestre llegaría Leonardo Rodríguez en lugar de Óscar Ramón Acosta y comenzaría a consolidarse Rodrigo Goldberg. Eso dio confianza para atrás, donde el joven Traverso comenzó a afirmar la zaga. Los hinchas azules, que en un inicio le reprochaban su desorden y lo unían al grupo de Miguel Ángel Acosta, un discreto central paraguayo que llegó ese año a Colo Colo, comenzaron a alabar su juego aguerrido. Ya entendían porqué le decían Tigre desde Argentina, jugando en un equipo de mitad de tabla.

La U agarró vuelo, superó a Colo Colo que había ganando la primera rueda casi mirando para atrás, y se metió en la cima a pocas fechas del final. Soportó un duro encuentro ante Católica, que si ganaba lo alcanzaba en la punta, y luego derrotó heroicamente a Palestino en un polémico partido. Finalmente se consagraría bicampeón ante Temuco y mandaría a Colo Colo a la Liguilla. Ahí se pondría nuevamente los cortos Rogelio Delgado para jugar y retirarse oficialmente por los albos. En la misma semana, nacería un ídolo y moriría otro en la U.

En la hora de los balances, en un torneo que había tenido a Espina, Gorosito, Acosta, Salas, Rozental, Jaime Riveros, Pedro González, Pablo Galdames, además de Leonardo Rodríguez e Ivo Basay jugando un semestre, el Tigre Traverso se impondría a todos y se convertiría en el Mejor Jugador del Año. En pocas meses había pasado de ser resistido a “crack”. Era cosa de tenerle paciencia.

En 1996 mejoraría su nivel y sería el líder de la zaga de la U semifinalista de Copa Libertadores. Con la 16 en la espalda se había hecho un nombre en el continente enfrentado a delanteros brasileños en primera fase, uruguayos, ecuatorianos y argentinos. Pese a quedar eliminados en semifinales, cuando el año recién iba por la mitad, el futuro de Traverso estaba casi asegurado.

En el segundo semestre, con la U con un bajón anímico tras la eliminación ante River Plate, con un doping positivo interno que afectó a tres jugadores del plantel y con la autoridad de Miguel Ángel Russo en entredicho, el equipo era uno totalmente diferente al del primer semestre. Traverso siguió sacando la cara e incluso le hizo goles a sus archirrivales, de hecho uno de palomita a Colo Colo en Copa Chile jugando como centrodelantero. Al Tigre le quedaba poco en la U.

A comienzos de 1997 partiría a Boca Juniors junto a Pedro González Pierella, figura del Osorno 1996. Al Tigre le iría mejor que al delantero zurdo y se convertiría en multicampeón xeneize. Claro, también hubo que tenerle paciencia. Era difícil agarrar titularidad en un equipo que tenía a Bermúdez, Samuel y Matellan primero y a Schiavi y Burdisso después. Ya con el pelo corto y con la camiseta 13, su puesto fue el mediocampo. Un auténtico comodín que podía jugar como volante defensivo o a cualquiera de los costados de él. La paciencia otra vez había sido clave para ganar tres torneos argentinos, dos Libertadores, una Sudamericana y una Intercontinental. Cuando Bianchi lo quiso de central, también rindió. Si hasta de lateral derecho tuvo que jugar. Rendidor era su adjetivo.

Multicampeón con Boca Juniors, pero no al nivel de ídolo del club. Campeón 1995 con la U, pero metido a fuego en el corazón de los hinchas. Tenía lo que buscan los fanáticos azules en un jugador, y más en un central. Los azules lo recuerdan hasta hoy pese a haber estado solo en dos temporadas. Se necesitó solo de 1995 y 1996 para escribir la recordada historia del Tigre en el León.