Cuando Diego Poyet eligió el gimnasio por sobre el fútbol

Era la tarde del 23 de julio de 1995 en el estadio Centenario de Montevideo. Gustavo Poyet, número 11 de la selección uruguaya, levantaba junto a Enzo Francescoli, Marcelo Otero, Daniel Fonseca, entre otros, la Copa América recién ganada a Brasil por lanzamientos penales. Diego Poyet, hijo de Gustavo, había venido con la marraqueta bajo el brazo. Había nacido el 8 de abril de ese año en Zaragoza.

Diego, actual ayudante técnico de Universidad Católica, llegó al mundo cuando su padre era figura del Zaragoza de España. En 1997 sería el Chelsea quien se fijaría en el volante uruguayo, en años donde ya comenzaban a resonar los Blues entre los hinchas chilenos. En ese equipo, antes de la llegada de Roman Abramovich, el larguirucho volante uruguayo era uno de los líderes. Reconocido por los hinchas del Chelsea, pero también por el hincha común inglés. Más tarde, entre 2001 y 2004, pasaría al Tottenham. La cinta de capitán llegaba a menudo a su brazo izquierdo.

Con esa imagen creció Diego Poyet, quien desde muy pequeño empezó a coquetear con la selección inglesa de fútbol, país del que obtuvo la nacionalidad por residencia. Incluso fue capitán de la Sub 16 y Sub 17, y su paso a la adulta era cosa de tiempo. Era jugador del West Ham. Era también una de las promesas de la generación británica que sorprendió en el Mundial 2018 y en la Euro jugada en el 2021. Todo iba viento en popa, hasta que una peritonitis lo alejó del primer nivel.

Vino la recuperación y deambuló por algunos equipos del ascenso inglés, el Charlton entre ellos. Solo por el nombre, y por haber sido líder y capitán de selecciones infantiles, fue que Gareth Southgate lo llamó para la Sub 21 de Inglaterra en 2014, sin embargo Uruguay ya lo estaba sondeando. Sin haber participado en el Sudamericano, Diego Poyet jugó el Mundial Sub 20 de 2015 con la charrúa. La vida le volvía a sonreír, ahora con el país donde su padre había levantado la Copa América 20 años antes.

Gustavo, en 2015, dirigió su último club en Inglaterra tras las incursiones en Brighton y Sunderland. Con su nueva vida de DT de diversas de ligas de Europa, comenzó también el desapago de Diego a Inglaterra. Fue en 2017 que aceptó una oferta para jugar en Godoy Cruz de Argentina. La ilusión estaba a tope. Estaría al lado de Uruguay y más cerca del Maestro Tabárez. La selección adulta de Uruguay debería ser su próximo objetivo. Terminó siendo el primer paso para su retiro.

En Argentina Diego Poyet fue el último extranjero del equipo. Recibía un buen sueldo, pero no jugaba. Godoy Cruz no tenía participación internacional, por lo que lo suyo era esperar. El DT Mauricio Larriera le daba libre. Diego Poyet usó el gimnasio como su vía de escape. “Cuando estaba en Godoy Cruz no podía jugar por el tema de los cupos de extranjeros. El club conmigo, todo bien, pero fueron los peores ocho o diez meses de mi vida. La empecé a pasar mal en todo, no era que la pasaba mal entrenando. También en la casa. Decir que estaba deprimido es una palabra muy fuerte, creo que no llegué a ese extremo”, contaba Poyet junior. “Ahí fue cuando de a poquito empecé a ir al gimnasio, como no tenía nada que hacer, para pasar tiempo, para hacer algo, estaba mal de la cabeza. Y ahí me empezó a gustar de a poquito el gimnasio”, complementó el asistente del DT de la UC.

Diego Poyet, a esta altura más enamorado del gimnasio que del fútbol, tendría su última oportunidad en el fútbol profesional. Tras Godoy Cruz pasaría al Pafos de Chipre para la temporada 2017-2018. Allá se daría cuenta que lo suyo eran las pesas y las barras. “En Chipre iba al gimnasio todas las tardes y estaba solo. Siempre trataba de mejorar de alguna forma para sacar ventaja en el fútbol y no me di cuenta de que el gimnasio me gustó más, más y más y llegó el momento de la decisión que tomé. Estudié nutrición, esto, lo otro y acá estoy”, recordaba hace poco.

En 2021 se sumó al cuerpo técnico de su padre debido a la negativa del ayudante Mauricio Taricco de viajar a Chile y hacerse obligatoriamente constantes exámenes PCR. El nombre de Diego comenzó a hacerse conocido, primero por su físico, y luego por sus constantes peleas con propios y extraños. Lo sufrieron rivales, dirigidos y profesionales de la prensa. Hoy, para muchos, es parte del problema de la UC. Pudo haber aportado su experiencia en Inglaterra, para darle algún mérito a ser ayudante del tricampeón del fútbol chileno y no solo ser solo “el hijo de DT”. No se ha notado. Por ahora es solo el hijo peleador y musculoso de Gustavo Poyet.

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