Buonanotte, el 10

A Juan Román Riquelme le fue mal en el Barcelona porque el DT Louis Van Gaal lo hacía jugar de puntero izquierdo. Antes había convencido a Rivaldo para formar el tridente con Figo y Kluivert, pero con el diestro Román la cosa estaba más difícil. Igual Riquelme se las ingenió para sobresalir en varios partidos. Para ir al centro a buscar balones, para enganchar hacia el medio y sacar un derechazo. Hizo un gol, dos, asistencias por doquier. Todos felices, menos Van Gaal. El argentino no hacía la banda como el DT quería. Sería la hora de Marc Overmars. Menos magia, más vértigo.

Lo de Riquelme lo vivió Aimar en el Valencia, Ortega en Italia, D´Alessandro en Alemania. Salían de Argentina como los grandes diez del fútbol mundial, pero en Europa iban a una banda, de doble 5, o de mediapunta junto a un delantero. Justamente tras Ortega, Gallardo, Aimar y D’Alessandro fue que apareció Diego Mario Buonanotte en River Plate. Debutó con 17 años en 2006 y de inmediato lo transformaron en el heredero de la 10 del Millonario. Pronto tapa de El Gráfico, pronto nominado a las juveniles de Argentina, campeón olímpico en Beijung 2008 y venta millonaria a Europa, a un Málaga que ya  comenzaba a gastar dinero antes de la gestión de Pellegrini, Joaquín, Van Nistelrooy, Demichelis y compañía.

Con el traspaso a Europa, también aparecieron nuevas obligaciones para el pequeño zurdo que disfrutaba con crear peligro en el área rival. Que a la banda derecha, que a la banda izquierda, que de doble cinco tirando pelotazos. Casi nunca suelto detrás de los delanteros. Claro, eso solo en Europa, en Málaga y Granada. En su regreso a América, otra vez se movió a sus anchas, en Pachuca y en Quilmes. En nuestro Continente el 10 se negaba a morir, al menos hasta unos años atrás.

Tras sus buenos semestres en México y en Quilmes, otra vez vendría el fútbol europeo. A la Grecia aburrida y de fútbol tosco. Jugó 27 partidos e hizo 6 goles en el AEK de Atenas de Gustavo Poyet. El Enano, con sucesos fuertes en su vida, quería disfrutar del fútbol en los últimos años de carrera. No dudó en venir a Chile a mitad del 2016 para sumarse a la Universidad Católica campeona del Clausura 2015-16 y que buscaba un conductor. Por fin iba a ser 10, aunque la camiseta la tenía Milovan Mirosevic. En su primer torneo en Chile Buonanotte se paró detrás de Fuenzalida, Castillo y Noir, y fue figura mientras la UC era bicampeona. César Fuentes y Kalinski le cubrían la espalda. Era el 4-2-1-3 con que el Enano era feliz.

La peor etapa de Mario Salas tuvo a Buonanotte como uno de los pocos rescatables. Lo ponía de 9, libre, lo dejaba en la banca. Ahí estaba el 18 cruzado siempre disponible. Con la partida del Comandante, vendría la etapa gloriosa del Tricampeonato, pero en donde solo pudo ser protagonista en el año de Beñat San José. Otra vez de 10, esta vez por atrás de Sebastián Sáez, y con punteros que se turnaron entre Fuenzalida, Bolados, Vilches, Llanos y Munder. Diego Buonanotte era amo y señor de los ataques cruzados. El 10 sobrevivía en la UC. Era el último año con conductor. Llegaría la etapa de los internos.

Primero sería Gustavo Quinteros, quien no tuvo al argentino en sus primeros partidos, y se inclinó por César Pinares. El zurdo, llegado directamente desde Colo Colo, se ganó el puesto en los partidos de pretemporada. No habrá más 4-2-1-3 y comenzaría la era del 4-3-3, con Pinares y Aued a los costados de Fuentes primero y Saavedra después. Buonanotte se convertiría en el jugador número 12, pero casi nunca de 10. Lo curioso es que ahora Quinteros sí usa conductor, cuando decide pone ahí a Leonardo Gil o Gabriel Costa, en uno de los tantos esquemas que utiliza en Colo Colo.

Con la ida de Quinteros y la llegada de Ariel Holan, los lugares de Pinares y Aued estaban asegurados. Arriba también había punteros titulares. Buonanotte estuvo “cortado” largos pasajes de la Era Holan, pero la seguidilla de partidos post pandemia, las lesiones y las expulsiones le devolvieron protagonismo. La posición de puntero derecho fue la que más usó. Enganchando hacia adentro y centrándole a Zampedri. Desde el banco lo veía Paulucci, ayudante de todos los DTs anteriores, pero tomando más cosas de Holan que de Quinteros antes y Poyet después.

El DT uruguayo otra vez lo mandó al ostracismo. Buonanotte se la comió calladito. Jugando partidos de Copa Chile donde no habían más opciones, pero siendo reemplazado porque no era lo que necesitaba el DT, hecho dejado al descubierto después por Juan Leiva, quien acusó que Poyet no daba libertades a los jugadores, que los encasillaba en sus puestos, que no le sacaba provecho a los que más corrían y a los que más improvisaban. Todo eso lo devolvió el interino Paulucci, devolviéndole también la confianza al Enano que disfruta como nadie a su nuevo DT. “Con los anteriores no sabía contra quiénes competía”. Ahora sabe que lo suyo es de puntero derecho, siempre y cuando Valencia esté en la izquierda. O de conductor, por atrás del Pollo y Zampedri cuando son doble nueve.

Ha sido el renacer de Buonanotte, pero también del 10 en la UC y en el fútbol chileno, donde casi no hay. Es que ya no está Sierra, Riveros, Miguel Ángel Castillo, el Coke Contreras o el Guatón Vega, pero sí sigue existiendo ese talentoso que puede acomodarse al fútbol que ya abolió al conductor y lo tiró a una orilla, como Hazard a la izquierda o Messi a la derecha. Son tan buenos que siempre se las arreglan para entrar por el medio, para habilitar o para anotar. Solo necesitan el “permiso” del jefe. El anterior jefe de Buonanotte no lo hacía ni jugar, el de ahora le dice que disfrute cada vez que entra.

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